Hace un par de años se realizó una encuesta entre los libreros de Estados Unidos para determinar cuál había sido la mejor novela del s. XX. Por abultada diferencia, se alzó con el galardón Matar a un ruiseñor, la única novela debida a Harper Lee, una amiga íntima de Truman Capote. Con unas ventas millonarias y una cadena de ininterrumpidas reediciones, la decisión debió sorprender a muy pocos.
El profeta Jeremías ha descrito en el capítulo 8 del libro que lleva su nombre una sociedad cuyas características llaman poderosamente la atención. Los políticos eran gente corrupta que no entraba a fondo en los problemas de la gente y, por el contrario, insistían en que todo iba bien y seguramente aún sería mejor en el futuro.
A mediados del s. XVII, los comunes del parlamento inglés decidieron enfrentarse con la pretensiones del rey Carlos I de elevar los impuestos para costear nuevos gastos regios. La respuesta del monarca ante el desafío del parlamento fue la de enviar a algunos de sus guardias para que prendieran a los disidentes.
Al pronunciar su discurso de despedida de la presidencia, George Washington insistió en que la joven nación no debería tener, bajo ningún concepto, ejércitos permanentes. Sabía de lo que hablaba.
He releído en estos tiempos de distancia la extraordinaria trilogía de Torrente Ballester conocida como Los gozos y las sombras. Sin duda, la serie de RTVE que la popularizó era magnífica y, desde luego, permitió que muchos se familiarizaran con las novelas. Sin embargo, los trece episodios se permitieron, a pesar de su fidelidad, algunas omisiones bien significativas.
Durante las últimas semanas me están preguntando muchas personas que asisten a mis conferencias por materiales para estudiar distintos aspectos y temas relacionados con la Biblia.
Error: No hay artículos para mostrar
Error: No hay artículos para mostrar