Derrotada en dos guerras mundiales, Alemania ha vuelto a ser la primera potencia de Europa. Una situación nada fácil para una nación que aún vive atenazada por la culpa y que forma parte esencial de la UE.
Durante semanas, hemos escuchado lacrimógenas justificaciones para un ataque militar contra Siria. La razón es el uso de gas realizado no sabemos por quién aunque sí hay constancia de que Gran Bretaña lo proporciona a los opositores del dictador Assad. Palabrería humanitaria aparte lo que tenemos delante es sólo un juego de tronos.
El nacionalismo catalán ha perseguido siempre un modelo que le sirva para vertebrar la denominada nación catalana. Hasta la fecha, no ha tenido éxito en el empeño.
La noticia de que un grupo de energúmenos asaltó a un empresario israelí en la Universidad autónoma de Madrid tras una manifestación de marcado carácter antisemita es una de las noticias más sobrecogedoras de los últimos tiempos. Reproduzco a continuación el editorial que le dediqué el martes 8 de junio.
Acabo de ver la encuesta en la que el PP, supuestamente, aventaja al PSOE en diez puntos. No tengo razones para negar su veracidad, pero confieso que hay un sector del pueblo español que me sume en el estupor. Hace apenas unos días, la diferencia era de 1 punto – con cinco millones de parados – y ahora, tras el anuncio de recortes, se ha multiplicado por diez. No sólo eso. El pueblo que niega su apoyo a ZP parece que sigue compartiendo más si cabe su orientación izquierdista. Así, repudia la acción de los sindicatos – con razón – para luego manifestarse a favor de una huelga general. Dice que las medidas de ZP no le gustan y luego afea al PP que no las apoye. Podría seguir multiplicando los ejemplos, pero éstos bastan.
... o hasta cuándo vamos a soportar a los déspotas que nos vacían los bolsillos.
Cuenta la Historia que en el año 38 d. de C., Roma se vio sacudida por una terrible crisis económica. La causa era fácil de identificar ya que la política económica de Calígula, caracterizada por el despilfarro y la insensatez, había terminando por arrastrar a Roma al borde del desastre. Para hacer frente a la situación, Calígula decidió subir los impuestos e incluso creó otros nuevos. Sin embargo, en poco tiempo se descubrió que semejantes medidas eran ineficaces. Fue entonces cuando Calígula concibió una nueva idea que le pareció ideal. Así, abrió en el palacio imperial un prostíbulo en el que se suponían que debían servir de manera desinteresada las mujeres para ayudar a enjugar las deudas del Estado. Sin embargo, la ocurrencia de Calígula – una ocurrencia que debían pagar con su cuerpo las féminas – sirvió de muy poco. A decir verdad, para salir de aquella crisis hubiera sido necesario simplemente que el emperador no hubiera gastado de manera absurda y disparatada el dinero de los romanos.
Así se lo decía Pujol a Luis del Olmo en el curso de un programa que me decidió a no volver a escuchar Onda Cero. Pujol, uno de los personajes más nefastos y dañinos de la Historia de España y raíz de buena parte de las desgracias que ahora padecemos, le decía condescendiente a Luis del Olmo que tenía ocupaciones, pero que, como ya había comprometido la entrevista con él, había aplicado el principio de “Del Olmo no se lo merece” y allí estaba ante sus micrófonos. Pujol sabía lo que se decía porque había entregado no pocas concesiones de radio a Luis del Olmo en los años anteriores – a la vez que acosaba a la COPE, a otra COPE muy distinta de la actual – y el locutor del Bierzo había hecho mucho, muchísimo por negar ante toda España lo que el nacionalismo catalán perpetraba un día sí y otro también.
Cuenta la Historia que un recluso llamado Juan y encerrado en un campo de concentración situado en la isla de Patmos experimentó una serie de visiones en las que se describía no sólo lo que iba a suceder en breve sino también lo que acontecería al final de la Historia. Fue así cómo llevó a cabo la redacción del Apocalipsis, el último libro de la Biblia, que concluía de la siguiente manera: “Martyro egó pantí to akuonti tus lógus tes profeteías to biblíu tutu. Ean tis epize epautá, epizései ho Zeós epautón tas plegás tas guegramménas en to biblio tuto. Kaí ean tis afele apo ton lógon tu bibliu tes profeteias tautes, afelei ho Zeós to meros autu apo tu xylu tes zoes, kaí tes poleos tes aguías”, lo que podría traducirse “Yo testifico a todo el que escucha las palabras de esta profecía del libro este que si alguien añade alguna cosa, Dios le añadirá las plagas descritas en este libro y si quita algo de las palabras del libro de esta profecía, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa”. Las palabras del autor del último libro de la Biblia constituían una seria advertencia. La Biblia no es un libro cualquiera. Debe tomarse en su totalidad y no resulta lícito expurgar entre sus enseñanzas para quedarse con unas y despreciar otras. De hecho, el que se permite quitar enseñanzas de la Biblia sólo puede esperar que Dios le quite la posibilidad de entrar en la ciudad santa al final de los tiempos.
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