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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Regreso a China (II): Harbin (II)

Jueves, 7 de Abril de 2016

Comenté en mi anterior post que Harbin fue una ciudad poblada por los rusos a finales del siglo XIX. A decir verdad, se podría decir que la influencia rusa persiste hasta el día de hoy.

En el centro de Harbin no sólo se encuentra enclavada la catedral de Santa Sofía – la catedral ruso-ortodoxa más importante de Extremo Oriente - sino una serie de edificios que provocan la sensación de estar paseando por Moscú o San Petersburgo. No deja de llamar poderosamente la atención que muchas de las nuevas construcciones chinas tengan elementos ornamentales tomados directamente de la arquitectura rusa. El resultado es de una originalidad y de una belleza notable.

El sentido práctico de los chinos – una vez más – resulta envidiable. Fabrican matrioshkas y otros suvenires rusos y los venden como tales. Incluso en no pocas tiendas colocan letreros escritos en cirílico donde se destroza la gramática de la lengua de Pushkin o se reproducen palabras sin sentido. Por ejemplo, en uno de ellos pude ver cómo se anunciaban embutidos (kolbasy) cuando, en realidad, no se vendía en el interior cosa parecida. Imagino que alguien decidió copiar simplemente lo que aparecía en alguna foto antigua.

Sigue habiendo algunos rusos en Harbin, pero la inmensa mayoría de la población – incluida la turística – es china. Esos turistas son los que entran en la catedral que se convirtió en museo y que no se ha restaurado tras su profanación en una muestra de la fuerza del turismo interior. Hubiera creído que mi ruso sería de utilidad. La realidad es que de todo me salva el conocimiento que Lara tiene del chino y la manera en que ha planificado todo.

Harbin provoca una sensación de estar contemplando una extraordinaria prosperidad. Sus infraestructuras no tienen nada que envidiar a las de Europa occidental o los Estados Unidos y su grado de consumo parece muy superior al de España. Los malls – centros comerciales a la americana – aparecen en casi cada manzana repletos de gente que pasea y consume con una pujanza y un entusiasmo envidiables.

No dejan de llamar la atención esos millones de chinos que antes iban en bicicletas y ahora circulan en Audis y BMWs con absoluta naturalidad y en no menor número. Viviendo en inmensos rascacielos que rodean unas vías de comunicación que abruman por su tamaño y su profusión, estos chinos visten, calzan e incluso comen como si vivieran en Los Angeles o Londres aunque con algunas diferencias. De entrada, toda la población de España cabría en Beijing. Por añadidura, los chinos son eminentemente prácticos. Salta a la vista casi a cada paso que las majaderías que tanto peso tienen para mal en la sociedad española – y no sólo en la española – no les importen un pito. Para colmo, todo es reciente. El despegue chino comenzó durante nuestra Transición, pero mientras ellos avanzaban en la buena dirección, España ha ido aumentando las equivocaciones. Quizá por eso este año China crecerá un 6.5 por ciento y se considera que es una mala cifra mientras que España está quebrada. Pero de eso ya hablaré en otro momento.

 

CONTINUARÁ

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