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Martes, 24 de Diciembre de 2024

Pablo, el judío de Tarso (LXXIII)

Domingo, 4 de Marzo de 2018

EN ROMA (II): Las cartas de la cautividad (I): Colosenses

Pablo permaneció en prisión dos años, del 59 al 61, a la espera de juicio. Durante ese tiempo, en el que disfrutó de una notable libertad, el apóstol escribió un conjunto de cartas que son denominadas, bien adecuadamente, de la cautividad.

La primera de esas cartas, la dirigida a los colosenses, tenía como destinataria a una comunidad que Pablo no había visitado personalmente nunca. De hecho, había sido establecida por Epafras, uno de sus colaboradores. Sin embargo, cuando comenzaron a surgir problemas derivados de una nueva forma de herejía, Epafras decidió poner todo en conocimiento del apóstol y éste escribió a la comunidad colosense uno de los escritos más extraordinarios del Nuevo Testamento.

Por lo que se deduce de la carta, la herejía que había aparecido en Colosas tenía curiosos paralelos con lo que hoy constituye el movimiento de la Nueva Era . Dentro de su cosmovisión, Jesús no pasaba de ser un maestro de moral y los ángeles tenían un papel extraordinario en la medida en que, supuestamente, permitían la recepción de mensajes de contenido teológico y además servían para conectar con un mundo espiritual. Este mensaje venía además acompañado de dos circunstancias que siguen resultado hoy en día sumamente sugestivas en sectas contemporáneas. La primera era el seguimiento de normas que, aparentemente, colocaban al adepto por encima de otros mortales, como podía ser el caso de seguir determinadas dietas o guardar determinados días; la segunda era la insistencia en que los adeptos disponían en exclusiva de una gnosis o conocimiento que les permitía acceder a los arcanos más profundos del universo. En todos esos sentidos, la herejía otorgaba un sentimiento de acentuada superioridad a los adeptos, pero – y esto es lo que más importaba a Pablo – sobre todo chocaba frontalmente con el Evangelio.

En primer lugar – y en ese sentido los paralelos con situaciones actuales saltan a la vista – Pablo insistió en que Jesús el mesías NO era un simple maestro de moral ni tampoco un ser espiritual de segundo grado procedente del espacio estelar. En primer lugar, Jesús el mesías era la encarnación del Creador – y no una criatura – lo que confería al mundo de lo material una dignidad especial:

. 16 Porque por él (el mesías) fueron creadas todas las cosas, las que están en los cielos, y las que están en la tierra, las visibles y las invisibles; ya sean tronos, dominios, principados o potestades; todo fue creado por él y para él. 17 Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten.

(Colosenses 1, 16-7)

 

No se trataba sólo de eso. En realidad, el mesías no era una deidad menor – como el paganismo y algunas sectas contemporáneas estarían dispuestos a reconocer – sino la encarnación del único Dios:

 

. 8 Mirad que ninguno os engañe con filosofías y vacías sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según el mesías : 9 Porque en él habita de manera corporal toda la plenitud de la divinidad : 10 Y en él estáis completos, el cual es la cabeza de todo principado y potestad.

(Colosenses 2, 8-10)

 

Pero no se trataba únicamente de eso. El mesías además era el único camino de salvación que existía. Los gnósticos de Colosas podían insistir en que ésta derivaba del conocimiento secreto que ellos comunicaban y del cumplimiento de normas relacionadas con la abstención de ciertos alimentos. La realidad, sin embargo, era que el ser humano necesitaba la paz, la salvación y la reconciliación con Dios. Esas metas no podían ser alcanzadas mediante la práctica de dietas espirituales o a través de una gnosis específica. A decir verdad, la muerte expiatoria de Jesús en la cruz era el único camino de salvación ofrecido al ser humano. Se trataba de un camino de salvación que se podía tan sólo aceptar o rechazar, un camino de salvación que – en contra de lo que pudieran afirmar los gnósticos – permitía llegar a la única reconciliación y a la única paz dignas de tal nombre:

 

. 19 Por cuanto agradó al Padre que en él (en el mesías) habitase toda plenitud, 20 Y a través de reconciliar todas las cosas consigo mismo, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz, tanto lo que hay en la tierra como lo que hay en los cielos. 21 A vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora, sin embargo, os ha reconciliado 22 en el cuerpo de su carne, por medio de su muerte, para haceros santos, y sin mancha, e irreprensibles delante de él:

(Colosenses 1, 19-22)

 

; 12 Dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la suerte de los santos en luz: 13 Que nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo; 14 En el cual tenemos la redención gracias a su sangre, el perdón de los pecados:

(Colosenses 1, 12-14)

 

La gnosis de Colosas era además falsa por otra razón. Partía de la base de que el conocimiento se comunicaba tan sólo a unos pocos iniciados. Creía en una élite a la que se hacía partícipe de indescriptibles arcanos. Nada más lejos del mensaje del Evangelio. A todos estaba abierta la sabiduría, una sabiduría que no era especulativa sino práctica; que no era cerrada, sino abierta a todos y que no se hallaba en manos de unos maestros sino sólo en Jesús el mesías:

 

3 En el cual (en Jesús) están escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento. 4 Y esto lo digo, para que nadie os engañe con palabras persuasivas.

(Colosenses 2, 3-4)

 

Precisamente por todo eso, los cristianos de Colosas tenían que resistirse a que les aplicaran normas de conducta que, en realidad, no servían de nada salvo para hinchar el orgullo de quienes las proponían:

 

16 Por tanto, que nadie os juzgue por comida, o por bebida, o pretendiendo que guardeis días de fiesta, o lunas nuevas, o sábados: 17 todo ello cual es la sombra de lo por venir; mas el cuerpo es de Cristo. 18 Nadie os prive de vuestro premio, presumiendo de humildad y culto a los ángeles, metiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su carnalidad, 19 Y no agarrándose a la cabeza, gracias a la cual todo el cuerpo, alimentado y unido por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.

(Colosenses 2, 16-19)

 

Semejante visión de la realidad – la representada por los gnósticos – no podía ser aceptada por los creyentes de Colosas. Cristo había obtenido el perdón de sus pecados en la cruz y había derrotado a las potencias espirituales al ofrecerse como expiación en el Calvario:

 

13 Y a vosotros, cuando estabais muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 14 borrando el acta de deuda que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz; 15 y despojando a los principados y las potestades, los exhibió a la vergüenza en público, triunfando sobre ellos en la cruz.

(Colosenses 2, 13-15)

 

Los términos usados por Pablo debieron causar una impresión enorme en los receptores de su carta. Los gnósticos afirmaban que aquellos espíritus con que se comunicaban eran portadores de importantes mensajes espirituales. El apóstol, sin embargo, afirmaba que se trataba únicamente de seres demoníacos que habían sido derrotados por Jesús en la cruz, justo al mismo tiempo que de esa manera abría el camino para el perdón de los pecados. El pasaje enlaza directamente con la paradoja que encontramos en Isaías 53 donde el mesías-siervo es tenido por herido por Dios cuando, en realidad, es el instrumento expiatorio utilizado por Dios para salvar a judíos y gentiles. Aquí Pablo nos hace referencia a un hombre que parecía derrotado en la cruz, pero que, en realidad, con ese acto salvaba al género humano y triunfaba – una palabra con fuertes connotaciones en la cultura romana – sobre los poderes espirituales.

Si se tenía en cuenta todo lo anterior, los cristianos debían buscar en adelante algo muy superior a lo que pudiera ofrecer la gnosis o el paganismo del que procedían. Debían buscar en su conducta cotidiana las cosas de arriba, las identificadas con el mesías, porque cuando él se manifestara también los creyentes se manifestarían gloriosamente con él:

 

 

1 SI habéis, pues, resucitado con el mesías, buscad las cosas de arriba, donde está el mesías sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 3 Porque habeis muerto, y vuestra vida está escondida con el mesías en Dios. 4 Cuando el mesías, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.

(Colosenses 3, 1-4)

 

Pero una vez más, Pablo no estaba dispuesto a perderse en formulaciones grandilocuentes y vanas (como los gnósticos, dicho sea de paso). No, el ser cristiano implicaba una ética muy concreta, con comportamientos muy concretos. Ése era el verdadero conocimiento, la auténtica gnosis:

 

5 Haced morir, pues, lo terrenal que hay en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, deseos malos y avaricia, que es idolatría: 6 Por las cuales cosas la ira de Dios viene sobre los hijos de rebelión. 7 En las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo viviendo en ellas. 8 pero ahora, abandonad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, palabras carentes de honestidad que salen de vuestra boca. 9 No os mintáis los unos a los otros, despojaos del viejo hombre con sus hechos, 10 Y revestíos del nuevo, que gracias al conocimiento es renovado conforme a la imagen del que lo creó; 11 donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre; sino que el mesías es el todo, y en todos. 12 Vestíos pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañables misericordia, benignidad, humildad, mansedumbre y paciencia; 13 soportándoos los unos a los otros, y perdonándoos los unos a los otros si alguno tuviere queja del otro: de la misma manera que el mesías os perdonó, así también hacedlo vosotros. 14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor que es el vínculo de la perfección… 17 Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por él.

(Colosenses 3, 5-14, 17)

 

La vida nueva en el mesías que Pablo enseña a los colosenses tenía repercusiones en áreas como el matrimonio (3, 18-19), como las relaciones paterno-filiales (3, 20-21) y como el trabajo (3, 22; 4, 1).

El texto de Colosenses, a pesar de su brevedad, constituye una verdadera joya del pensamiento cristiano en la que Pablo no sólo destroza los argumentos de la gnosis enfrentándolos con el Evangelio, sino que además se vale de sus términos en el enfrentamiento. Sí, existe un conocimiento (gnosis), pero no es el de los gnósticos sino el que se halla encerrado en Jesús; sí, hay una salvación, pero no es la de la gnosis sino la conseguida por el sacrificio expiatorio del mesías en la cruz; sí, hay una nueva vida, pero no es la basada en festividades religiosas y dietas, sino en buscar las cosas de arriba donde está el mesías.

 

Al final de la carta, en el capítulo 4, Pablo menciona a algunos de los personajes que le acompañaban en su cautividad. Estaban Tíquico (v. 7-8) que se pondrá en contacto con los colosenses; tres judíos llamados Aristarco, Marcos (el intérprete de Pedro y autor del segundo evangelio) y Jesús el Justo (v. 10-11), Epafras, bien conocido por los colosenses, Lucas, el médico (y autor del tercer evangelio y del libro de los Hechos) y Demas (v. 12-14). A éstos hay que añadir otro personaje, un tal Onésimo que sería la causa de otra de las cartas de la cautividad escritas por Pablo, concretamente la dirigida a Filemón.

CONTINUARÁ

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