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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Zumalacárregui, el rayo carlista

Jueves, 28 de Mayo de 2015

Ya Carlos IV había dado los pasos legales para que las mujeres pudieran volver a reinar conforme al derecho histórico español y en contra de la Ley Sálica traída por los Borbones.

​Cuando Fernando VII mantuvo ese rumbo para que su hija Isabel pudiera ser reina, su hermano Carlos manifestó su intención de ir a una guerra civil antes que perder la corona que podía recaer sobre su testa. El enfrentamiento – que estalló nada más morir Fernando – no fue, sin embargo, un mero conflicto dinástico sino el choque de dos visiones: la modernizadora encarnada en unos liberales valedores de Isabel y la absolutista convencida de que la Historia podía no sólo detenerse sino regresar a una Arcadia medieval que nunca había existido. El mejor valedor en el campo de batalla con que contó el carlismo fue Tomás de Zumalacárregui. Los carlistas han insistido en convertirlon en un genio militar comparable a Napoleón. La realidad es que fue un guerrillero notable aunque no muy eficaz en acciones militares más organizadas. Córdova, por ejemplo, lo derrotó en 1834 en Mendaza y Arquijas y en 1835, en Artaza. Convencido de su causa – que identificaba con el bien de España - fue despiadado y partidario de emplear el terror. No dudó en quemar las iglesias en las que se habían refugiado los defensores de Cenicero en la Rioja y de Villafranca en Navarra, y de manera habitual fusilaba a los prisioneros. Así, por ejemplo, ordenó pasar por las armas a 118 Celadores de Álava que se habían rendido bajo promesa de que se respetarían sus vidas. Necesitado de tomar una capital – el carlismo era fundamentalmente rural y tenía sus focos en Vascongadas, Navarra, Castellón y algunas zonas de Cataluña – el pretendiente Carlos le ordenó sitiar Bilbao, una villa marcadamente liberal. De tomarla, quizá alguna potencia lo reconocería como rey. Sin embargo, un tiro perdido hirió en una pierna a don Tomás y la infección posterior causó su muerte. Especulé sobre este episodio en mi Bilbao no se rinde, novela por la que sigo sintiendo un afecto especial. Años después, los nacionalistas vascos convertirían a Zumalacárregui después en un independentista. En realidad, sólo había sido un español absolutista que podía matar, pero no vencer.

Próxima semana: Isabel II

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