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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Isabel II, la reina en el laberinto

Jueves, 4 de Junio de 2015

​La definición fue dada por la propia reina en sus años de exilio: “A veces me parecía estar metida en un laberinto por el cual tenía que andar palpando las paredes, pues no había luz que me guiara.

Si alguien encendía la candela, venía otro y me la apagaba”. No exageraba. Proclamada reina en la infancia, su nula formación política no fue compensada por diferentes políticos más interesados en manipularla que en servirla con excepciones como Narváez, O´ Donnell o González-Bravo. A la preocupación de conseguir un heredero, se sumaron las ambiciones de los carlistas que desencadenaron una nueva guerra antes de que concluyera el reinado; la conducta reprobable de un marido impuesto que la manipuló sexualmente durante los primeros años de matrimonio; las calumnias más sucias referidas a una supuesta ansia irrefrenable de sexo; la masonería; la cercanía de personajes siniestros como Sor Patrocinio, la monja de las llagas cuya farsa fue descubierta en sede judicial, pero a la que algunos siguen considerando objeto de culto; las conspiraciones e incluso el intento de regicidio. Prodigioso resulta que durante su reinado en España, surgieran los altos hornos en Málaga, La Felguera, Santander, Baracaldo y Sestao y la industria textil catalana; que se fuera creando un tejido bancario y financiero, y que se sentaran las bases de las comunicaciones modernas. Prueba de ello fueron 67.000 kilómetros de carretera, 12.000 de vía férrea y 11.000 de hilo telegráfico. Durante su reinado, España avanzó a pesar del acoso sufrido por la reina, de una clase política no siempre a la altura de las circunstancias, de los focos carlistas, de la fobia que un sector muy importante del clero sentía hacia el liberalismo, de la masonería… pero ni la reina ni el sistema daban más de si. En 1866, el organigrama político estaba muerto y dos años después gracias a un pronunciamiento, la reina fue derrocada mientras estaba de vacaciones en San Sebastián. Se dio inicio así un sexenio revolucionario en que los españoles estuvieron a punto de descuartizar la nación y que concluyó con la Restauración monárquica en la persona de Alfonso, el hijo de la derrocada Isabel. La Historia española tiene esas paradojas.

Próxima semana: Benito Pérez Galdós

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