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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Miguel de Cervantes, el manco inmortal

Jueves, 12 de Febrero de 2015

Si hubiera que buscar un personaje que compendiara lo mejor de España en la época en que ésta se arruinaba a si misma convertida en espada de la Contrarreforma, sería, sin lugar a dudas, Miguel de Cervantes.

Nacido en Alcalá de Henares, en las cercanías de Madrid, la primera parte de su vida fue similar a la de tantos españoles embriagados de la aventura imperial: soldado en Italia, combatiente heroico en Lepanto – se empeñó en luchar a pesar de sufrir una elevadísima fiebre – manco de la mano izquierda, capturado por los piratas musulmanes y cautivo durante años en Argel, rescatado por los padres Trinitarios y regresado a una España en la que ya no había sitio para él en el teatro porque todo lo ocupaba ya Lope de Vega con su arte nuevo de hacer comedias… En la primera parte del Quijote, a pesar de su crítica suave, Cervantes todavía se manifestará creyente en esa España imperial. No sería por mucho tiempo. Excomulgado por la iglesia por realizar requisas de trigo para la corona, sin dinero porque el estado le retrasó la paga, cansado de la estupidez fanática que podía considerar que un cristiano viejo aunque analfabeto era mejor que uno nuevo y decente – como muestra en su entremés La elección de los alcaldes de Daganzo - horrorizado por la doble moral impuesta sobre las mujeres, desengañado de nobles y prelados, conocedor en fin de la naturaleza humana, Cervantes fue tejiendo un mundo de personajes en Novelas ejemplares y obras de teatro ya situados a una enorme distancia de la España oficial. Su Segunda parte del Quijote dejará de manifiesto una evolución personal inmensa y purificadora. Con enorme prudencia porque era sabedor de que los que leían podían acabar, como él dijo, en el “quemadero”, Cervantes se mostrará compasivo hacia los moriscos expulsados, crítico de títulos apenas ocultos y partidario de una vida orientada espiritualmente en la que el alma, como dice el Evangelio, se gana no pocas veces perdiendo el mundo como Sancho pierde su ínsula y don Quijote, sus sueños de caballero. Lo más noble, lo más puro, lo más moderno del siglo de Oro está en ese Cervantes de los últimos años que recordaba con pesar a un hijo natural tenido en sus años italiano y que respondía al nombre de Promontorio. Era un Cervantes no poco heterodoxo y, a la vez, prudente. Un Cervantes que quiso marchar a las Indias y el emplazamiento de cuya tumba sigue siendo a día de hoy un enigma.

Próxima semana: Lope de Vega

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