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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Isabel y Fernando, los Reyes Católicos

Jueves, 4 de Diciembre de 2014

Como sucede con todos los grandes fenómenos históricos, el reinado de Isabel y Fernando ha sido objeto de valoraciones y juicios no sólo diversos sino incluso encarnizadamente contrapuestos. Para algunos, constituyó un paradigma de las bondades regias; para otros, un período especialmente siniestro… y sin embargo…

Sin embargo, todo está tan bien documentado como para que se puedan aceptar al mismo tiempo las luces y las sombras y, por supuesto, evaluar a los dos personajes. De Isabel sabemos que era inteligente, tenaz, valiente, piadosa e incluso con alguna inclinación al humanismo; de Fernando, que era taimado, carente de escrúpulos, tacaño y astuto. Sus luces también son innegables. Con ellos, España volvió a reunificarse tras casi ocho siglos de invasión islámica y división; la Reconquista quedó concluida con la toma de Granada; se reforzaron algunas de las bases del estado moderno que ya había colocado Alfonso X el sabio; se ejecutó una política matrimonial de alianzas internacionales; se afianzó la defensa del Estrecho frente a la amenaza islámica; se descubrió – sin imaginarlo – un nuevo continente donde se sigue hablando mayoritariamente el español y se realizó una estrategia de expansión en el Mediterráneo que consolidó el dominio hispano en el sur de Italia durante dos siglos. El balance es, desde luego, extraordinario. Las sombras también resultan difíciles de negar. Los Reyes Católicos establecieron la Inquisición en España; expulsaron a los judíos y tejieron la reunificación nacional no sobre el sentimiento nacional sino sobre la unidad religiosa; no dudaron tampoco en quebrantar su palabra cuando les pareció conveniente dándoles lo mismo que la víctima fueran los moros o Cristóbal Colón. De esa manera, sin poderlo saber, sembraron las semillas de problemas irresueltos a día de hoy. Con ser tantos sus logros, aún pudieron llegar a más como habría sido la inclusión de Portugal en España. No fue así, fundamentalmente, porque los hijos de los Reyes Católicos no tuvieron siempre la salud ni la potencia necesarias. No fueron pocos los que interpretaron esa desgracia dinástica – que culminó con la locura de su hija Juana – como un castigo divino por haber expulsado de España a los judíos. Pero ése es un juicio teológico que excede del análisis del historiador. La realidad constatable es que, como señalaría uno de sus sucesores Austrias, a ellos se lo debieron todo.

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