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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

El Gran Capitán: entre la gloria y las cuentas

Jueves, 11 de Diciembre de 2014

Si alguien en la Historia de España merece el calificativo de genio militar, ése es Gonzalo Fernández de Córdoba. Perteneciente a la nobleza castellana, se crió en Córdoba y todavía niño pasó al servicio, primero, del príncipe Alfonso y luego de su hermana Isabel I.

​ En 1479, durante la guerra de sucesión de Castilla, destacó en la batalla de Albuera, librada contra los portugueses. Gonzalo consiguió en esa época sobreponerse a no pocos sinsabores – muerte de su joven esposa en el parto, cautividad, etc - para acabar destacándose extraordinariamente en la guerra de Granada. A él – que estuvo a punto de morir en una acción nocturna - se debieron la invención de ingenios militares, la dirección de acciones como la toma de Íllora, Montefrío y Loja y la captura del rey Boabdil. Incluso las gestiones para la rendición final del reino nazarí fueron obra suya. Todo ello sin sentir la menor animadversión hacia los moros a los que apreciaba y estimaba – algo que le afearon una y otra vez compañeros de armas – quizá porque las almas grandes no dejan de ver lo positivo que pueda haber en los enemigos.

A pesar de su más que notable papel en el final de la Reconquista, donde el nombre de Gonzalo Fernández de Córdoba se convertiría en universal sería en Italia. En 1494, Fernando el católico había puesto ya la mirada en la península pactando una alianza de reparto de influencias con Carlos VIII de Francia. El pacto, sin embargo, iba a derivar hacia una colisión armada que se prolongaría hasta 1498. En el curso de la misma, Gonzalo humillaría las armas francesas, reprendería al papa Borgia por su vida inmoral y conseguiría el sobrenombre de Gran Capitán. Con todo, su segunda expedición a Italia sería la más importante al significar para España la conquista de Nápoles pespunteada por victorias como las de Ceriñola y Garellano. Creador de las coronelías – germen de los futuros Tercios – y nombrado virrey de Nápoles, el Gran Capitán capturaría a César Borgia, el famoso hijo del papa Alejandro VI, y asentaría el dominio español en el sur de Italia. Al morir la reina Isabel, Fernando – que siempre fue muy miserable - no sólo procedió a destituirlo sino que además le solicitó cuentas de su administración. Posiblemente, no eran todo lo ajustadas que debía esperarse, pero lo que quedó de manifiesto fue por enésima vez la tacañería mezquina del rey. Gonzalo se retiró a España apenado por la ingratitud regia, pero, en realidad, sólo había sido víctima no de sus errores sino de su éxito y de su popularidad. Como tantos españoles grandes.

La próxima semana: Carlos I

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