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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

(CXXIX): El nacimiento de la izquierda y los nacionalismos (III): El nacimiento de la izquierda española: un retrato en negativo de la iglesia católica (III)

Viernes, 9 de Febrero de 2024

El complejo de hiperlegitimidad ocasionaría históricamente en la izquierda, que lo tomó directa, aunque inconscientemente, de la iglesia católica, un mundo de inquisiciones, herejes e infiernos.  No puede sorprender tampoco que ocasionara una figura tan específica de nuestra cultura como es el converso. Igual que el judío acosado por personajes como Vicente Ferrer podía recibir el agua del bautismo a cambio de conservar la vida, no pocos camisas azules de ayer se alzarían con posterioridad con el puño y la rosa del partido socialista. Lo que hubiera en el fondo de cada corazón sólo Dios lo sabe, pero cuando una cultura quiere imponerse como la única legítima, ¿puede extrañar que existan los conversos poco o nada convencidos y que Unamuno dijera aquello de "los conversos, a la cola"? 

Esa izquierda, surgida a imagen y semejanza de la iglesia católica, aunque en oposición a ella iba a demostrar siempre un deseo irresistible por controlar la vida de los demás convirtiendo sus posiciones morales, totalmente respetables por otra parte, en norma aplicable a todos y cada uno de los ciudadanos.  En uno y otro caso, el pueblo español se vería abocado  a asumir una visión concreta –le gustara o no, la representara más o la representara menos– simplemente porque existía una instancia ideológica que, rezumante de hiperlegitimidad, así lo sostenía.  No concluirían ahí los paralelos.  

La izquierda española, al igual que la iglesia católica, se caracterizaría por mostrar siempre un ansia asfixiante por controlar la vida de los ciudadanos desde antes de su nacimiento a después de muertos.  Ambas instancias, sumidas en una agresiva rivalidad, se empeñarían no en anunciar su mensaje –lo que sería totalmente legítimo y digno de aplauso– sino en convertirlo en la horma social de la nación con resultados no precisamente felices. 

Los resultados de ese choque más religioso que político incluirían que tanto la iglesia católica como la izquierda manifestarían siempre un especial interés en controlar la educación nacional y, a la vez, en mantener la antorcha educativa en manos de sus propias élites.  De manera que pesaría terriblemente sobre la Historia nacional del siglo XX, la izquierda española nacería y se desarrollaría no como un movimiento de libertad, sino de supuesta justicia en oposición al control social e ideológico que significaba la iglesia católica.  El hecho de que la justicia se contrapusiera a la libertad – otra herencia católica – tendría funestas – y previsibles - consecuencias.  No las tendría menos el que la oposición obvia entre la izquierda y la iglesia católica, desde el primer momento, no se manifestara ni tolerante, ni democrática ni dialogante ni adogmática.   

Las coincidencias entre la psicología de la izquierda y la forjada durante siglos por la iglesia católica distan, desde luego, mucho de ser casuales. Permítasenos citar algunos ejemplos que, resultan, a nuestro juicio, más que iluminadores para entender la trágica Historia de la España del siglo XX.   

Por ejemplo, ¿por qué la izquierda española coincide con la iglesia católica en su visión del trabajo como de una maldición divina que hay que rehuir? No es por ser de izquierdas ciertamente ya que, en teoría, el trabajo es para el marxismo el medio privilegiado que separa al simio del hombre. Los primeros textos socialistas si acaso abundan en algo no es en el deseo de escapar de una maldición llamada trabajo sino en demostrar su relevancia. La excepción se halla en España –u otras naciones semejantes en que la Reforma fue extirpada– donde el trabajo es visto como un castigo hasta el día de hoy. 

Por ejemplo, ¿por qué la izquierda española se empeña en utilizar una demagogia antibancaria como si el sistema crediticio fuera el colmo del pecado? No, ciertamente, por ser de izquierdas, ya que una conducta radicalmente distinta se percibe en otras izquierdas del norte de Europa. En la española, sin embargo, esa conducta no deja de estar impregnada de una enorme hipocresía. Por ejemplo, se clama contra el capital y los banqueros y se crean sicavs para evitar que los más ricos paguen impuestos.  

Por ejemplo, ¿por qué la izquierda española se empecina en mantener un sistema educativo desastroso? No, ciertamente, por ser de izquierdas, ya que el laborista Tony Blair supo mantener las reformas educativas de Margaret Thatcher mientras que en Escandinavia han sido en no escasa medida los socialdemócratas los que han procedido a desmontar un sistema educativo que no funcionaba.  

Por ejemplo, ¿por qué la izquierda española –y no sólo la izquierda– considera pecados veniales la mentira o el robo salvo que sean otros los que perpetran? No, necesariamente por ser de izquierdas. Británicos, suecos, daneses, holandeses o alemanes de izquierdas saben lo que es dimitir en esos casos. 

Por ejemplo, ¿por qué la izquierda española – y no sólo la izquierda – siente tanta alergia frente a la división de poderes y a la supremacía de la ley? Una vez más, no necesariamente por ser de izquierdas. A decir verdad, esos mecanismos son indiscutibles en otras naciones europeas – sí, aquellas en las que triunfó la Reforma – incluso cuando gobiernan los socialdemócratas o los socialistas. En todos y cada uno de los ejemplos citados –y son de notable gravedad– la desgracia no deriva necesariamente de ser de izquierdas y los ejemplos de otras naciones así lo dejan de manifiesto, sino más bien de una mentalidad que se ha ido forjando paso a paso desde la Contrarreforma. 

Continuará 

 

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