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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

(CXXIII): El régimen de la Restauración (XIII): El desastre de 1898 (II)

Viernes, 13 de Octubre de 2023

Fue ese dominio ejercido por órdenes religiosas lo que, en no escasa medida, impulsó hacia el independentismo a José Rizal, padre de la patria filipina.  Rizal formaba parte de la élite colonial y, nacido en 1861, había estudiado en Manila con los jesuitas, iniciando sus estudios de licenciatura en la universidad dominica de Santo Tomás.  La vinculación, pues, con unas clases modeladas por la iglesia católica resulta innegable.  Persona de notable cultura y sensibilidad poética, Rizal se desplazó a Madrid con la intención de cursar estudios de filosofía y medicina.   En la capital de España, fue iniciado en la masonería y también se empapó de las modas literarias de la época comenzando la redacción de una novela que pretendía inspirarse en el patrón de Galdós y Clarín.  El resultado fue Noli me tangere (No quieras tocarme) donde se denunciaba que las islas Filipinas sufrían un cáncer social que no era otro que la dominación española en cuanto ésta era ejercida a través de las órdenes religiosas católicas.  Publicado en 1886 en Heidelberg, donde Rizal se especializaba en oftalmología, el libro fue introducido de contrabando en Manila por un comerciante llamado José Ramos.  Al año siguiente, Rizal se hallaba de regreso en Filipinas, pero las críticas recibidas por su novela le impulsaron a abandonar el archipiélago marchando a Japón y después a Londres.  Cuatro años después, se publicó una segunda novela, El Filibusterismo, y en 1892, Rizal, enfermo de tuberculosis, decidió volver a las islas.  Fundó allí la Liga filipina, de carácter secesionista, lo que provocó su detención y deportación a Dapitan, en Mindanao.  El 29 de agosto de 1896, en Balintawak, otro masón filipino, Bonifacio, lanzó el grito de insurrección independentista basándose en una amalgama de principios masónicos y textos de Rizal.  Los últimos tiempos de Rizal resultan oscuros.  Está establecido que alegó buena conducta para lograr que lo pusieran en libertad y que, como muestra de buena voluntad, se ofreció a ir a Cuba como médico de campaña.  Si era una mera táctica para salir de su reclusión o si ya había abandonado el independentismo es difícil de saber.  En cualquier caso, el gobernador general Blanco accedió a lo solicitado y a finales de noviembre de 1896 Rizal salió hacia Barcelona en el Isla de Panay.  Sin embargo, la marcha de Rizal coincidió con el alzamiento independentista en Manila, lo que fue interpretado como una señal de complicidad.  Apenas llegado a Barcelona, Rizal fue detenido y enviado a Manila.  Allí se le sometió a un proceso y en la madrugada del 30 de diciembre de 1896 fue fusilado.  La figura de Rizal sería abiertamente manipulada después de su muerte.  Los religiosos de la isla pregonaron que había abjurado de sus errores como masón y se había reconciliado con la iglesia católica; por su lado, los norteamericanos lo utilizaron como un mártir en la guerra de 1898 contra España.  En 1912, en un intento de apropiarse de quien ya era considerado como un héroe nacional, los jesuitas solicitaron de la familia de Rizal permiso para enterrar a su antiguo alumno.  Los parientes de Rizal rechazaron la propuesta y, por el contrario, concedieron los honores del funeral a los masones que, conducidos por Timoteo Paez, llevaron los restos en una procesión con toda la parafernalia de la logia hasta el Templo masónico de Tondo.  Fue precisamente en ese enclave donde se le rindieron honras fúnebres de carácter masónico antes de su inhumación final en la Luneta en el mes de diciembre del mismo año.  La dominación española de Filipinas ofrece una muestra más del coste que España ha tenido que pagar históricamente a la iglesia católica.  La mayor parte del beneficio que reportaban las islas fue a dar a órdenes religiosas que ejercieron no pocas veces un dominio inhumano y que fueron en no escasa medida responsables de la sublevación.  El estado de ánimo de la población indígena se escapaba a los gobernantes españoles siquiera porque, por definición, pensaban que sólo podían ser dichosos sometidos a las órdenes religiosas.  El resultado de esa conducta es harto conocido.  Si Dios intervino en la guerra de 1898, desde luego, no lo hizo a favor de los católicos españoles ni como habían anunciado sus obispos.

CONTINUARÁ

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