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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Mateo, el evangelio judío (VII): El primer gran discurso. El Sermón del Monte (I)

Viernes, 7 de Julio de 2017

Tras los cuatro primeros capítulos, Mateo introduce el primer gran discurso de Jesús conocido convencionalmente como el Sermón del monte. Mateo es un evangelio destinado preferentemente a los judíos y, de manera intencional, contiene cinco grandes discursos igual que la Torah de Moisés contiene cinco libros.

Los discursos de Jesús son fáciles de identificar ya que concluyen con la expresión “y cuando Jesús terminó estas palabras” (7: 28; 11: 1: 13: 53; 19: 1; 26: 1). El primero de esos discursos es el Sermón del monte. Resulta enormemente lógico que así sea porque en él se recoge todo un panorama de la conducta de los ciudadanos del Reino de los cielos.

La enseñanza de Jesús era tan relevante que este material fue repetido en varias ocasiones con más o menos amplitud. De hecho, el Sermón de la llanura de Lucas no es sino una versión comprimida del Sermón del Monte.

Las exigencias del Sermón del Monte son tan claras y, a la vez, tan difíciles de negar que se han ido acumulando a lo largo de los siglos las interpretaciones que buscan no obedecerlo orillando su carácter imperativo. Así, para algunos, el Sermón del monte contiene consejos de perfección, pero no es de aplicación obligatoria. Ésa es la interpretación católica de siglos y no sorprende. La entrada masiva de paganos a partir del siglo IV – paganos que paganizaron más la iglesia de lo que se cristianizaron ellos – casaba mal con una forma de vida que no les parecía atractiva. Una cosa era bautizarse porque ser cristiano se había puesto de moda y otra, vivir de acuerdo a las enseñanzas de Jesús. Esta situación fue empeorando con el paso del tiempo y no puede sorprender si se tiene en cuenta que esa iglesia santificaba fenómenos como las Cruzadas o la Inquisición. Por muchas vueltas que se le de, no hay manera de armonizar esas conductas bendecidas por el papa con el Sermón del monte aunque se puede intentar alegando que estas enseñanzas son para los que buscan ser perfectos, pero no aplican a los creyentes del montón. El problema es que Jesús no habla jamás de que existieran dos niveles de obediencia.

El dispensacionalismo – un disparate escatológico lamentablemente muy extendido en ciertos círculos – decidió directamente sacar el Sermón del monte de la vida cristiana. El discurso habría sido dirigido por Jesús a los judíos como se desprende del énfasis en la Ley, pero como los judíos rechazaron mayoritariamente a Jesús, este bloque de enseñanzas no está vigente. La Biblia anotada de Scofield así lo afirma señalando que “el Sermón del Monte no presenta en su aplicación primaria ni el privilegio ni el deber de la Iglesia”. No hay que ser especialmente avispado para darse cuenta de la majadería que entraña esta visión propia del dispensacionalismo. Las enseñanzas del Sermón del monte son, en realidad, esenciales en la enseñanza de Jesús y, de una u otra manera, se repiten en otros discursos suyos.

También ha habido autores, como el teólogo modernista Albert Schweitzer, que intentaron privar de su mordiente al Sermón del monte señalando que aunque, obviamente, Jesús pretendió que todos sus seguidores lo obedecieran – en ese aspecto, Schweitzer era más honrado exegéticamente que los teólogos católicos o Scofield – en realidad, se comportó así porque creía que el fin del mundo estaba a la vuelta de la esquina. Esa cercanía del final le permitía realizar una predicación de ese tipo. Obviamente, dado que el final no llegó no deberíamos ser demasiado exigentes con el cumplimiento de las enseñanzas de Jesús en el Sermón del Monte.

A todos estos intentos por desvirtuar el Sermón del Monte se suma una que podríamos considerar bucólico-pastoril. Es cierto que Jesús pretendió que sus discípulos siguieran esas normas, pero porque eran posibles en una sociedad primitiva, agrícola y aislada. Los valdenses medievales, los primeros franciscanos, los anabautistas del siglo XVI, los amish de hoy podían empeñarse en cumplirlo porque vivían precisamente en ese universo. Naturalmente, en nuestra sociedad avanzada del siglo XXI, esas enseñanzas son absurdas.

La realidad, sin embargo, es que Jesús tuvo la intención de que sus discípulos – a los que dirigió la predicación – obedecieran esas enseñanzas. De hecho, en Mateo 5: 1, Mateo deja de manifiesto que había muchas multitudes, pero que Jesús dirigió esta enseñanza tan sólo a sus discípulos. Para él, no había seguidores de primera y de segunda – un concepto que popularizó con pésimas consecuencias la iglesia católica y también la ortodoxa – sino discípulos a secas, discípulos que debían seguir las enseñanzas del Sermón del monte.

De manera semejante, Jesús no pensaba que la obediencia estuviera acentuada por la cercanía del final. A decir verdad, como queda de manifiesto en otros discursos de Mateo, Jesús estaba convencido de que entre su predicación y su regreso en gloria se extendería un período de tiempo no pequeño.

Finalmente, cargar el Sermón del monte sobre el pueblo judío y desvincularlo de los discípulos de Jesús no pasa de ser uno de tantos disparates nacidos del dispensacionalismo, una escuela de interpretación escatológica establecida por los jesuítas en un intento por frenar el avance de la Reforma.

El Sermón del monte es una pieza realmente importante para aquellos que desean seguir a Jesús, que lo reconocen como su Maestro, su Señor y su Salvador, que desean vivir la vida del Reino. A él dedicaremos los próximos capítulos.

CONTINUARÁ

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