Consigue ahora todos los libros de César Vidal en Amazon, pulsa aquí para comprar.
Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Lucas, un evangelio universal (LVII): la última Pascua (II): el verdadero cristianismo (22: 24-27)

Domingo, 19 de Diciembre de 2021

Se mire como se mire, la última cena no debió de ser un episodio fácil.  No se trataba sólo de que uno de los discípulos más cercanos había decidido traicionar a Jesús sino de que los apóstoles en bloque seguían sin entender cuestiones más que elementales.  Para ellos, aquella cena era simplemente la antesala de la toma del poder en Jerusalén.  Una celebración, unas horas más y el mesías impondría su reino a lo que seguiría su recompensa como ministros suyos. En unas palabras: a una celebración importante seguiría otra mayor.  Consideraciones espirituales aparte, su futuro de éxito estaba más que asegurado.  Para ser honrados, la posición de aquellos hombres no era muy distinta de las de otros, antes y después, que han pretendido servir a Dios.  Sí, seguramente, en ellos ha existido un deseo de servir a Dios y a los demás, pero no inferior del de servirse de Dios y de los otros para su propio encumbramiento.  De hecho – como sucede con la política – cuantas mediocridades no habrían llegado a nada sin entregarse al estado clerical.  Es ese estado precisamente el que oculta – y compensa psicológicamente – su escasa valía… y eso mismo es lo que quedó de manifiesto en aquella Pascua.  ¡Total nada!  ¡Pescadores, personas sin instrucción, hasta un antiguo sicario de la Agencia tributaria y todos aspirando a ser ministros!   Aún más: ¡hasta discutían sobre quién tendría la cartera más importante…! (22: 24).  Si la tesis del primado de Pedro tuviera alguna verosimilitud histórica, no se hubiera planteado esa discusión, pero como Jesús jamás entregó a Pedro cosa semejante aquella buena gente andaba discutiendo sobre quién era el más relevante y además la cuestión venía ya de lejos.

La respuesta de Jesús no pudo ser más clara.  Las peleas por el poder son propias de los políticos (22: 25).  Llegan hasta el punto de cinismo de explotar a la gente y aprovecharse de ella y encima querer aparecer como bienhechores.  El fenómeno, desde luego, no se limita a las dictaduras.  Con todo, debería ser imposible entre los seguidores de Jesús porque su visión tiene que resultar distinta.  El llamamiento de los discípulos no es para servirse de la gente sino para servir a la gente.  Puede que la diferencia sea una preposición, pero, sin duda, no es pequeña.  La razón de esa conducta se encuentra en el comportamiento del mismo Jesús que fue siervo (22: 27).

Hasta qué punto la enseñanza de Jesús es relevante y debió impresionar enormemente a los discípulos se desprende de la manera en que aparece recogida en los Evangelios.  Si Mateo, vez tras vez, presenta a Jesús como el Siervo de YHVH retratado, por ejemplo, en Isaías 53, Marcos convierte esa enseñanza en el centro de su evangelio (Marcos 10: 45) y Juan llega al punto de suprimir el episodio del partimiento del pan en su relato y sustituirlo por el del lavatorio de los pies (Juan 13: 1 ss) lo que dice mucho de la teología de Juan y del despiste de la teología sacramental de muchos.

No, el camino de los verdaderos seguidores de Jesús no es el de ambicionar, ejercer y desplegar poder como lo haría un político de mayor o menor relevancia que además insiste en que todo lo hace por el bien de los demás.  Por el contrario, el camino de los discípulos es seguir al Siervo de YHVH imitando su ejemplo.  Se puede dar por seguro: si alguien ambiciona, ejerce o despliega poder no está siguiendo el ejemplo de Jesús aunque lo denominen benefactor.  Como mínimo es un deplorable despistado, un triste ciego como aquellos apóstoles en la última cena.

CONTINUARÁ 

Suscríbete a cesarvidal.tv

Suscríbete a cesarvidal.tv

LO MÁS ESCUCHADO

Error: No hay artículos para mostrar

Ahora es tendencia

Error: No hay artículos para mostrar

Últimos Tuits