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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Carta a la Ministra de Igualdad

Lunes, 14 de Abril de 2008

Apreciada ministra: con sorpresa, pero, sobre todo, con enorme ilusión he sabido de su nombramiento como titular de igualdad. Aparte de felicitarle calurosamente por su paso de la dirección de la agencia andaluza de flamenco a tan alto destino, desearía suplicarle algunas actuaciones concretas encaminadas a que, de manera efectiva y real, todos los españoles sean iguales.

Sin ánimo de ser exhaustivo, en primer lugar, creo que debería usted poner manos a la obra y convencer a su jefe de que acabe cuanto antes con el denominado “pufo vasco”. No es de recibo que en una democracia, por cada euro que pagan las Vascongadas, reciban a cambio ocho del resto de España. Digo yo que de iguales será pagar igualmente. Y ya empezada la cuestión por el tema regional, quizá podría usted ir más lejos y sugerir a su jefe que se las arregle para derogar el Estatuto catalán por eso de que consagra inversiones en esa bellísima región española mientras que desnuda a las otras, por eso de que condena a los castellano-parlantes a la desigualdad o por eso de que, en resumidas cuentas, convierte al resto de España en una colonia de los nacionalistas. Sé que este paso puede parecer difícil, pero bastará simplemente con que su jefe deje de enredar en el Tribunal constitucional y permita que los jueces sean independientes. Otro paso que me atrevo a sugerirle es el relativo a los no-nacionalistas en determinadas partes de España y, muy especialmente, a las víctimas del terrorismo. Con que los trataran igual en los medios de comunicación y en las instituciones que a los nacionalistas creo que ellos - ¡los pobres! – andarían tan contentos. ¿Cuesta tanto que se respete a los parientes de los asesinados por ETA no peor que a los familiares de los terroristas? También creo que sería de interés que los heterosexuales recibieran un tratamiento similar a los homosexuales. No es fácil dado el peso del lobby gay, pero si pudiera usted arreglar una representación paritaria en los programas del corazón y que una vez al año recibieran dinero para una cabalgata del día del orgullo hetero habría dado usted un paso de gigante. Ya en el terreno de las relaciones hombre-mujer no me atrevo – sería mucho – a pedirle que alguien pueda decir algo que no sea feminista sin que lo crucifiquen, pero si se consiguiera que los padres recibieran un tratamiento igual que las madres ante los tribunales de justicia decenas de miles de personas elevarían preces al Altísimo por usted. Y ya que hablamos de preces, ¿sería mucho pedir un poco de igualdad para los cristianos de las distintas confesiones? No me atrevería yo a sugerir que los trataran igual en los medios de comunicación y las instituciones que a los progres porque me consta que esas medidas revolucionarias no se abordan en una legislatura, pero si demostraran hacia ellos el mismo respeto que hacia los musulmanes creo que no lo olvidarían nunca. Imagino que anda usted en estos momentos pendiente de una denuncia por prevaricación – seguramente porque hay gente que no ve con buenos ojos que una mujer ascienda – y que estará ocupada con la llegada a este ministerio que estrena, pero, a pesar de sus antecedentes, le ruego que no nos salga por peteneras. Es gracia que espera obtener, su humilde servidor.

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