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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Xi´an (II)

Martes, 15 de Enero de 2019

Señalaba en la última entrega que pasear por las calles de Xi´an constituye un verdadero placer.  Su zoco - ¿cabría llamarlo de otra manera? – es una mezcla de aromas, de texturas, de colores verdaderamente extraordinaria. 

De tenderete en tenderete lo mismo se encuentran los pulpos a la plancha, el exquisito zumo de granada – la fruta de la región – que no admite la comparación con ningún otro o las pinturas de un artesano que maneja el pincel con una destreza pasmosa.  En algún momento, algo similar debió existir en nuestro Occidente, pero hace mucho que desapareció.  Algunos lo consideraran una muestra de avance, pero no es así.  No es así porque en Xi´an se puede también encontrar la tecnología más avanzada.  No se trata sólo de que Apple o Samsung tienen sus comercios abiertos como en cualquier ciudad occidental sino de que los mismos chinos han puesto en marcha sus propios teléfonos móviles que representan una durísima competencia para las firmas occidentales.  China, al menos de momento, ha sabido conservar lo antiguo y desarrollar de manera no sólo importada sino propia, lo nuevo.  En este día lo podremos comprobar con toda claridad al visitar la gran pagoda y un templo budista subterráneo.

La gran pagoda es un ejemplo de una arquitectura típicamente china.  Su inspiración inicial vino de la stupa – el lugar donde se custodian reliquias de Buda – que había surgido en la India.  La stupa llegó a China, pero los chinos levantaron algo muy diferente que, por añadidura, a lo largo de mil quinientos años adoptó las formas más diversas.  La arquitectura achatada de la stupa se proyectó hacia el cielo en una sucesión de plantas.  La gran pagoda de 64 metros de altura se construyó en el año 652 - cuando los edificios occidentales apenas lograban levantarse del suelo – en honor de Wende, la madre del emperador.  Un monje llamado Xuanzang había viajado hasta la India para traer sutras de Buda y luego se dedicó a traducirlos del sánscrito al chino.  

En contra de lo que sucedía hace apenas unos años, los chinos actuales pueden acercarse a la pagoda y al complejo que la rodea y encender velas y realizar ofrendas para el culto budista. 

De especial interés es el templo subterráneo budista situado en la cercanía.  No me sorprendería si nadie hubiera escuchado nada sobre el mismo, pero lo cierto es que sus inmensas galerías alargadas – que recuerdan a los pasillos del metro de alguna estación de Madrid – están cubiertas a ambos lados por unos frescos verdaderamente extraordinarios y, de hecho, muy superiores a la inmensa mayoría de los que podemos contemplar en Occidente. 

Con una gracia especial, los frescos – que nos acompañarán durante centenares de metros hasta llegar a una capilla custodiada por un monje que entona salmodias – muestran escenas religiosas, pero también se detienen en retratar la corte china o en describir las etapas de la extraordinaria ruta de la seda.  Persas y camellos, musulmanes y monjes, emperadores y artistas aparecen retratados con un naturalismo y una belleza que Europa necesitará todavía siglos en alcanzar.  A diferencia de lo que sucede en tantas partes de España donde el patrimonio nacional está descuidado y donde incluso ha habido autoridades autonómicas dispuestas a destruir los restos de la heroica ciudad de Numancia, las chinas están restaurando estas maravillosas pinturas.  Resulta inevitable sentirse abrumado, por un lado, por la belleza del arte y, por otro, por el respeto que se le profesa.  Sin duda, tenemos mucho que aprender.

CONTINUARÁ  

 

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