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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Shanghai (VI): Tian zi fang

Viernes, 4 de Agosto de 2017

Lara – a la que tengo el privilegio de disfrutar como guía en Shanghai – ha insistido en que dediquemos una tarde a visitar Tian zi fang.

Me dice además que algunas de las compras que deseo hacer, podré realizarlas allí mejor que en cualquier otro sitio. El sitio es apasionante. En la década de los años veinte del siglo pasado, en Shanghai se puso de moda un tipo de vivienda conocido como Shikumen, es decir, viviendas con puertas de maderas que se enclavaban en una sólida estructura de piedra. Fue así como surgió en el seno de la concesión francesa una zona conocida como Taikang Road. Allí se fueron colocando médicos, artistas, comerciantes y empleados de banca. Pronto, la zona se llenaría de tiendas de restaurantes y cafés, pero también de tiendas de artesanía, galerías de arte e incluso de herbolarios. Nació así Tian zi fang.

Que sobreviviera durante el período maoísta, fue prodigioso e indica la fuerza de este prodigioso lugar. Entonces, en 2006, se decidió su demolición para cambiar la urbanización de la zona. Ni que decir tiene que los residentes y los propietarios de los negocios se opusieron a la medida y lo cierto es que, al fin y a la postre, convencieron a las autoridades de que era mejor para la ciudad mantener en pie aquel enclave. Fue un gran acierto porque Tian zi fang es un lugar delicioso. Si en un comercio puede hallarse el té chino de las más diversas clases, en el de al lado se encuentran relojes. Un poco más allá un restaurante indio ofrece sus servicios en un piso superior mientras enfrente se pueden comprar maravillosas cremas de belleza y a unos pasos, se ofrece a nuestros ojos la incomparable cerámica china, la china que decían nuestras abuelas con toda la razón. Aunque algunos de los tenderos chapurrean el inglés, la realidad es que el chino es la lengua dominante. Por enésima vez, vuelvo a maravillarme de la manera en que Lara regatea en chino con los comerciantes para sacarles precios que, traducidos a dólares, me parecen sencillamente increíbles. No me refiero sólo a lo reducidos sino, especialmente, a lo que se entrega a cambio.

En unas horas, encontraré el reloj de bolsillo esperado, las prendas de seda buscadas, los juegos de té soñados. Incluso, me invitará a tomar té una tendera cuya china he comprado con verdadero entusiasmo tras la preceptiva intervención de Lara. La jornada concluirá en un restaurante indio. Ha sido, sin duda, un día dichoso.

Ya en casa – y después de que mis maletas se perdieran en Chicago – tendré la oportunidad de acariciar una de las tazas de porcelana china. No exagero si digo que el contacto me trajo al corazón el recuerdo de la tersura delicada de algunas pieles femeninas. La armonía, la delicadeza, la hermosura típicamente chinas se dan cita en el lugar donde la compré al tiempo que la laboriosidad, la adaptación y la fuerza de los habitantes de este gran país. Precisamente las cualidades que se ven a cada paso en ese enclave delicioso conocido como Tian zi fang.

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