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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

El paraíso está en California (II)

Jueves, 13 de Octubre de 2016

El sábado en San Diego - ¿cabe un nombre más español? – lo dedicamos a la cultura. Y es que California rezuma cultura. No sólo es que sus universidades se encuentran entre las mejores del mundo y, por supuesto, a años luz de las españolas sino que abundan museos y exposiciones incluso en lugares recogidos.

Lara me lleva a la zona de San Diego conocida como Balboa, apellido que, aunque le pese a Sylvester Stallone, no es italiano sino español y, en este caso concreto, viene referido al dscubridor del Pacífico, Vasco Núñez de Balboa. Se trata de un lugar donde aún se conservan algunos edificios construidos por los españoles en el siglo XVII y donde además se han recreado otros contemporáneos imitando las fachadas barrocas que dejaron los conquistadores. Es cierto que era aquella zona de frontera y que, para mantener los fuertes, se explotó de manera terrible a la población indígena no pocas veces con la ayuda verdaderamente espantosa y carente de sentimientos de las órdenes religiosas. No es menos cierto que, tras la independencia, esa población indígena combatió, como había hecho con los españoles, a los estados de México y de Estados Unidos que se habían formado con unas décadas de diferencia. Pero, a siglos de distancia, lo que resta es bello, hermoso, sereno. En cuanto a los indígenas, los que quedaron en territorio de Estados Unidos han tenido mejor suerte que los que experimentaron el dominio español o el mexicano. Pero regresemos a la cultura.

No deja de llamarme la atención el papel inmenso que han tenido los coleccionistas en crear una red de museos extraordinaria en Estados Unidos. Esta soleada mañana de sábado puedo verlo sin discusión alguna. El Museo de arte Timken, por ejemplo, se debe al esfuerzo de una familia que emigró a los Estados Unidos procedente de Europa. Tras de si dejó una colección de arte – Murillo, Zurbarán o el Greco son algunos de los pintores representados en sus salas – verdaderamente extraordinaria. No es muy habitual esa conducta en la tradición hispana. También es posible que las administraciones no anden mucho por la labor. Hace años intenté donar mi biblioteca – en realidad, varias bibliotecas – a distintas administraciones españolas y me respondieron que sería una molestia recogerla y catalogarla. Es comprensible. Yo entiendo que cuando los alcaldes están recibiendo instrucciones por power point sobre cómo violar la ley electoral y recibir dinero ilegal no pueden andar pensando en la cultura. Pero volvamos al paraíso californiano. Este museo privado es extraordinario, pero palidece ante el Museo de arte de San Diego. Pocas, muy pocas veces en mi vida, he tenido ocasión de contemplar colecciones tan extraordinarias de arte oriental. Alguna en Dallas, Texas; otras en India. Nunca en España, pero si a eso vamos tampoco en Florida. Sin embargo, lo que alberga este museo es excepcional. En sus salas, se recoge, como las perfumadas esencias en una rédoma, la exposición artística del budismo, del taoísmo y del shintoismo, pero también unas colecciones de pintura que van desde la Edad Media a la Contemporánea, que rinden homenaje, entre otros, a los pintores españoles y que provocan un disfrute extraordinario.

Paisaje, clima, urbanidad, amor por la cultura, belleza, suave sol, amable luz, cielo claro… ¿puede alguien dudar de que si existe algo parecido al paraíso se encuentra en California?

 

CONTINUARÁ

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