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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

XXXVI.- El camino hacia la victoria (IV): el final de los disidentes (I): Después de Uhud

Viernes, 26 de Junio de 2020

El 8 de sawwal (24 de marzo), Mahoma y sus derrotados hombres regresaron a la Meca.  Como era de esperar, tanto los judíos como los denominados hipócritas pretendieron sacar provecho de la dramática situación[2].  A su juicio, resultaba más que obvio que, lejos de velar por los intereses de los habitantes de Yatrib, Mahoma estaba comprometiéndolos por pura ambición personal.  Se trataba de una situación harto delicada, pero Mahoma no estaba dispuesto a dejarse arredrar.  Cuando aún no había superado el efecto de las heridas, acudió a la mezquita donde previamente Ibn Ubayy había sido injuriado, golpeado y expulsado.  Mahoma, como si nada hubiera sucedido, rezó la oración de la aurora, reunió a los hombres que pudo y se lanzó en persecución de los coraishíes.  No es fácil determinar si pretendía dar con ellos realmente o tan sólo comunicar una sensación de fuerza.  Ciertamente, no los encontró, pero se instaló en Hamra al-asad, a seis millas de Yatrib, y ordenó que en las noches siguientes se encendieran quinientos fuegos para proclamar su victoria.  En términos reales, la batalla militar había concluido con una grave derrota, pero la propagandística  la iba a ganar de manera indiscutible.  De hecho, no pasó mucho tiempo antes de que llegaran distintos enviados de diversas tribus árabes manifestando su disposición a abrazar la predicación de Mahoma.

La razón para esas embajadas quizá se hallaba en el mero deseo de ganancias materiales[3], pero a Mahoma esa circunstancia no le pareció algo negativo sino más bien una excelente oportunidad.  Habitualmente, recibía a los embajadores y los enviaba de regreso junto a algunos de sus hombres entre los que se hallaban dos o tres qurra (lectores) del mensaje.  Tras esa instrucción, se formalizaba la admisión de la tribu en la umma.  En algún caso, como el de los absíes, Mahoma fue incluso más generoso permitiendo que no abandonaran sus tierras, medida lógica, por otra parte, si se tiene en cuenta que por ellas pasaban las caravanas que unían la Meca con Iraq.    No cabía duda de que Uhud había significado una dolorosa derrota militar, pero tampoco podía negarse que la habilidad de Mahoma le había permitido revertir el revés en muy poco tiempo e incluso fortalecer su posición. 

La batalla de Uhud tendría, por añadidura, otro efecto que podríamos calificar de jurídico.  Mahoma había establecido en Yatrib la muaja, una institución que vinculaba bilateralmente a sus seguidores con los habitantes de la ciudad en grupos formados por dos.  Convertidos así en hermanos, si fallecía uno de ellos, el otro se convertía en su heredero.  Según la tradición, uno de los caídos en Uhud, llamado Sad b. Rabi, dejó tras de si a una esposa embarazada y dos hijos.  En teoría, sus bienes tendrían que haber pasado a un seguidor de Mahoma llamado Abd al-Rahman b. Awf.  Sin embargo, la viuda acudió a Mahoma para protestar contra una norma que, en su opinión, chocaba con la Naturaleza ya que lo normal era que los bienes del difunto pasaran a su esposa e hijos.  Mahoma solventó el conflicto entre la opinión de la viuda – bastante razonable – y la institución de la muaja declarando que había recibido una nueva revelación. En virtud de la misma, las dos hijas iban a recibir dos tercios del total de la herencia; la viuda, un octavo y el resto pasaría a Abd al-Rahman b. Awf.  La decisión sentaría, por supuesto, un precedente legal.  

CONTINUARÁ


Véase: J. Akhter, Oc, p. 89 ss; K. Armstrong, Oc, pp. 189 ss; M. Cook, Muhammad…, pp. 12 ss; E. Dermenghem, Mahomet…, p. 21 ss; J. Glubb, Oc, pp. 215 ss; M. Lings, Oc, pp. 212 ss; T. Ramadan, Oc, pp. 129 ss; J. Vernet, Oc, pp. 106 ss; W. M. Watt, Oc, pp. 130 ss; C. V. Gheorghiu, Oc, pp. 334 ss.

[2]  Sobre el tema, véase: M. Gil, “The Medinan Opposition to the Prophet” en Jerusalem Studies in Arabic and Islam, 10, 1987, pp. 65-96.

[3]  En ese sentido, J. Vernet, Oc, p. 107.

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