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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

XXX.- La Hégira (IV): La carta otorgada de Yatrib

Viernes, 15 de Mayo de 2020

A esas alturas, la práctica totalidad de los seguidores de Mahoma se habían establecido en Yatrib.  Las únicas excepciones eran los que habían emigrado a Abisinia, los reclusos que se hallaban en la Meca y los que ya habían abandonado el movimiento aunque, en algunos casos al menos, parece que seguían a Mahoma todavía de manera encubierta.  Los que lo habían acompañado a Yatrib no lo habían hecho sin trastorno personal.  De hecho, los coraixíes se apoderaron de sus propiedades y, con el paso del tiempo, cuando Mahoma regresó a la Meca no se las devolvió alegando que Al.lah les concedería a cambio el Paraíso.  Los refugiados, ciertamente, no eran muy numerosos, pero el hecho de que Mahoma fuera reconocido como caudillo le permitió, apenas a los cinco meses de su llegada, promulgar un documento que se ha comparado, bastante exactamente, con una carta otorgada[2].  El texto[3], dentro de su sencillez, permite observar una de las actividades más impresionantes de la vida de Mahoma, la asociada con la labor de legislador y constructor de una nueva sociedad basada en un vínculo diferente a los lazos de sangre que caracterizaban al mundo árabe de los siglos anteriores.

El texto nos ha llegado a través de Ibn Ishaq únicamente, pero, a pesar de lo tardío de la fuente, no existen, a nuestro juicio, argumentos de peso para negar su autenticidad.  Comenzaba con la invocación de Al.lah, pero, de manera inmediata, señalaba que vinculaba a los seguidores de Mahoma, a los que se unieran a ella y a los que con ellos hicieran la guerra.  Este conjunto – ciertamente ecuménico – constituía una umma (comunidad) única, diferente de aquellas a las que pertenecían otros hombres.  A continuación, el texto mencionaba expresamente a los que quedaban vinculados por el mismo: los emigrados de entre los coraishíes, los Banu Awf, los Banu-l-Harit, los Banu Saida, los Banu Shusam, los Banu Nashshar, los Banu Amr b. Awf, los Banu al-Nabit y los Banu al-Aws.  La alianza entre los creyentes temerosos de Al.lah (al-muttaqina) llegaría al extremo de castigar a los miembros de su propia sangre si se comportaban de manera inadecuada y, por supuesto, ningún creyente daría jamás muerte a otro por culpa de un no-creyente o ayudaría a éste frente a un creyente.  Semejantes disposiciones – y resulta muy revelador – serían de aplicación también a los judíos en pie de igualdad mencionándose los grupos a los que se aplicaba.

Otras normas contenidas en el texto indicaban que ninguna expedición militar podía ser emprendida sin permiso de Mahoma – aunque sí la venganza por una herida – que el valle de Yatrib adquiría para los señalados en el texto un carácter sagrado, que ninguna mujer podía ser protegida sin el consentimiento de sus parientes y que no podría concluirse una paz por separado.

El acuerdo implicaba un avance extraordinario para Mahoma, pero, al mismo tiempo, no estaba exento de debilidades que él mismo captó.  Por ejemplo, su formulación implicaba la constitución de una fuerza militar entre gentes que carecían de entrenamiento y experiencia castrenses.  A esto se añadía la existencia de focos de la población que seguían sin ver con buenos ojos aquel caudillaje que podía ser causa de consecuencias indeseables.  Este cúmulo de circunstancias ha llevado a distintos autores a afirmar que Mahoma se dedicó a partir de entonces a azuzar distintas guerras como instrumento fundamental para otorgar cohesión a su grupo[4].  Fuera como fuese, el estallido de hostilidades iba a tener lugar en breve.

CONTINUARÁ


Sobre el tema, véase: M. Gil, “The Constitution of Medina: A Reconsideration” en Israel Oriental Studies, IV, 1974, pp. 44-65; R. B. Serjeant, “The “Constitution of Medina” “ en Islamic Quarterly, 8, 1964, pp. 3-16;

[2]  En ese mismo sentido, J. Vernet, Oc, p. 75.

[3]  El texto aparece recogido en J. Akhter, Oc, pp. 143 ss.

[4]  Ésa es la opinión, por ejemplo, de J. Vernet, Oc, p. 80.

 
 
 
 
 

 

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