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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

XXVIII.- La Hégira (II): La hégira

Viernes, 1 de Mayo de 2020

La tradición relata que, por aquella época, Abu Bakr había tenido un sueño en el que había contemplado cómo la luna descendía hasta la parte más baja de la Meca para entrar en la Kaaba, iluminar todo y regresar al cielo desplazándose junto con una multitud de estrellas hacia Yatrib.  El mensaje difícilmente hubiera podido resultar más obvio de manera que compró dos camellos por ochocientos dirhemes y encargó a un idólatra llamado Abd Allah b. Arqat que los tuviera siempre a punto.  Se trató de una previsión muy útil porque, de manera repentina, Mahoma comunicó a Abu Bakr que iba a marchar a Yatrib.  La sensación de inmediatez de ese paso puede desprenderse del hecho de que la familia de Mahoma no iba a acompañarlo sino que permanecería en la Meca al cuidado de su tío Al-Abbas y de Alí.  Éste último tenía como misión devolver a sus depositantes los bienes que para ellos había custodiado Mahoma.

     Abu Bakr respondió magníficamente a las órdenes de Mahoma.  Reunió seis mil dirhemes en efectivo y realizó la salida por una abertura de su casa y no por la puerta para evitar ser descubierto.  Según la tradición, una vez fuera de la Meca, los dos hombres no se dirigieron hacia el norte, que era la ruta de Yatrib, sino que se encaminaron hacia el sur.  Si el dato es correcto podría confirmar, por ejemplo, que la Meca de Mahoma no era la ciudad actual de ese nombre sino otra ubicada en el norte.  También según la tradición a una hora de marcha, se ocultaron en una cueva del monte Tawra.  El episodio supuestamente habría quedado recogido en la aleya 40 de la sura 9 del Corán en un contexto en que se llamaba a la guerra a unos seguidores de Mahoma no del todo animados:

 

  1. ¡Los que creéis! ¿Qué os pasa que cuando se os dice: «¡Id a la guerra por la causa de Al.lah!» permanecéis clavados en tierra? ¿Preferís la vida de este mundo a la Última?  Es bien poco el disfrute de esta vida comparado con la Última.
  2. Si no vais a la guerra, os causará un doloroso castigo.  Os reemplazará otro pueblo sin que podáis causarle ningún daño. Al.lah es omnipotente.
  3. Si le negáis auxilio, Al.lah sí que le auxilió cuando, expulsado por los que no creían, había otro con él y estando ambos en la cueva le dijo a su compañero: «¡No estés triste! ¡Al.lah está con nosotros!» Al.lah hizo descender sobre él Su sakina y le ayudó con ejércitos que no veíais.  E hizo que la palabra de los que no querían creer fuera la más baja ya que la palabra de Al.lah es la más alta.  Al.lah es poderoso, sabio.

         

       En la película Mahoma, una hagiografía religiosa a la altura de otras cintas como La canción de Bernadette o Nuestra Señora de Fátima, el episodio es presentado, de acuerdo con la tradición, como un milagro.  Lo cierto es que la previsión humana pesó considerablemente en el desarrollo de la situación.  En la cueva quedaron ocultos Mahoma y Abu Bakr durante algunos días.  Durante ese tiempo, Abd Allah b. abi Bakr acudía de manera clandestina a visitarlos para mantenerlos al corriente de lo que sucedía en la Meca.  Además, Amr b. Furayha, un liberto de Abu Bakr que se ocupaba de apacentar su rebaño, recibió orden de dormir cerca de la cueva lo que permitió que les proporcionara leche fresca.  A su vez, la hija de éste les llevaba alimentos.

      Los coraishíes buscaron a Mahoma durante tres días.  De manera lógica, lo persiguieron, primero, en dirección norte, la que llevaba a Yatrib o a Siria, y luego en otros sentidos.  Al no encontrar rastro suyo, acabaron por abandonar la persecución.  Mahoma decidió que podían abandonar ya su refugio y una seguidora llamada Asma les llevó provisiones.  Al ir a colocar el saco de la silla de uno de los camellos, Asma se percató de que no llevaba cuerda para hacerlo.  Resuelta, partió por la mitad el cinturón que llevaba y ató el saco.  Recibiría por esta acción el apelativo de Dat al-Nitaqayn, la de los dos cinturones.

      Poco después Mahoma y Abu Bakr consiguieron un tercer camello en el que montó Abd Allah b. Arqat.  Mahoma compró por ochocientos dirhemes uno de los dos camellos de Abu Bakr y éste montó, llevando a la grupa a Amr b. Furayha.  Éste actuó como guía y en cuatro días los trasladó a Quba, en el oasis de Yatrib.  Era el 12 de rabi (24 de septiembre) de 622.  Según la tradición, tres días después se reunió con él Alí. 

      A su llegada, Mahoma no tardó en percatarse de que no todos los sectores de la población de Yatrib le daban la bienvenida.  De hecho, existía un grupo que, por la noche, comenzó a apedrear la casa en que vivía.  Sin embargo, Mahoma había dado un paso decisivo en su vida e iba a ser consecuente con él.

CONTINUARÁ

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