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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

XVII.- El inicio de la predicación en la Meca (III): El segundo período mecano (615-619) (I): la oposición

Viernes, 7 de Febrero de 2020

Las conversiones a la fe predicada por Mahoma se fueron sumando durante aquellos años a un ritmo ciertamente frustrante.   De las fuentes se desprende que el incremento fue teniendo lugar a una media de unos siete adeptos por año[4].  Ciertamente, no puede sorprender teniendo en cuenta la manera en que los trataban sus paisanos de la Meca.  A pesar de todo, el grupito no desaparecía y algunos de los coraishíes llegaron a la conclusión de que para que así fuera tendrían que atacar directamente a Mahoma.  Con certeza, éste lo habría pasado muy mal de no ser porque en su defensa salió su tío Abu Talib y a su respaldo se sumó el del clan de los hashimíes.  Ni Abu Talib ni sus parientes creían en el mensaje de Mahoma, pero sí existían fuertes vínculos de clan que tenían la intención de respetar.

Llegados a ese punto, los coraishíes recurrieron a la táctica de la negociación.  Fue así como enviaron una comisión a Abu Talib con la intención de comunicarle que verían con buenos ojos que impusiera silencio a Mahoma.  Abu Talib los atendió cortésmente, pero Mahoma continuó con su predicación.  Así se llegó a una segunda comisión de los coraishíes que ya no resultó tan cortés como la primera.  No estaban dispuestos a tolerar un mensaje que, en su opinión, era susceptible de causarles perjuicios.  Precisamente por ello, los coraishíes llegaron a amenazar a Abu Talib con la posibilidad de un derramamiento de sangre que, al producirse entre clanes, cobraría las características de una verdadera guerra civil.  Abrumado, Abu Talib se vio obligado a enfrentar a Mahoma con una disyuntiva ciertamente amarga.  Había que aceptar que las amenazas de los coraishíes podían convertirse en algo real y para él, cargado de años, lo que estaba sucediendo y lo que podría acontecer resultaba una carga muy difícil de sobrellevar.  La respuesta de Mahoma – que debió pensar que podía verse abandonado por su tío – fue terminante.  No estaba dispuesto a abandonar su misión ni siquiera aunque le ofrecieran el sol y la luna.  Mientras Al.lah le siguiera enviando revelaciones, seguiría predicando aunque le costara la vida.  Acto seguido, abandonó el lugar llorando.

Mahoma estaba dispuesto a arrostrar cualquier tipo de peligro costara lo que costase, sin excluir el abandono de su clan y las trágicas consecuencias que de ese paso pudieran derivarse.  Abu Talib, ante esa tesitura, no quiso dejarlo a su suerte.   Por el contrario, lo llamó y le comunicó que podía seguir predicando lo que quisiera porque no lo abandonaría en ningún caso.

La tercera comisión enviada por los coraishíes a Abu Talib decidió optar por una nueva alternativa y pasó de la amenaza al soborno.  Formaba parte de ella Umara b. al-Walid al-Majzumi, uno de los jóvenes más atractivos y valerosos del clan, y la propuesta que le presentaron a Abu Talib fue la de que lo aceptara en el seno de su familia a cambio de entregar a Mahoma.   La respuesta de Abu Talib vino marcada por la indignación.  Bajo ningún concepto estaba dispuesto a aceptar a un hijo de los coraishíes para alimentarlo a cambio de entregarles a un hijo propio, Mahoma, al que tenían intención de dar muerte.  La discusión se caldeó y, finalmente, no se llegó a un acuerdo.  La conclusión a la que llegaron, por tanto, los coraishíes fue la de que tendrían que adoptar medidas más drásticas.

(CONTINUARÁ)


Véase: J. Akhter, Oc, p. 45 ss; T. Andrae, Mahoma…, pp. 39 ss; K. Armstrong, Oc, pp. 91 ss; M. Cook, Muhammad…, pp. 12 ss; E. Dermenghem, Mahomet…, p. 30 ss; J. Glubb, Oc, pp. 91 ss; M. Lings, Oc, pp. 82 ss; T. Ramadan, Oc, pp. 37 ss; J. Vernet, Oc, pp. 43 ss; W. M. Watt, Oc, pp. 55 ss; C. V. Gheorghiu, Oc, pp. 130 ss.

[4]  J. Vernet, Oc, p. 45.

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