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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

XLI.- El camino hacia la victoria (IX): el final de los disidentes (V): El juicio de Aisha

Viernes, 2 de Octubre de 2020

El viaje de regreso a Yatrib distó mucho de ser armónico.  Por un lado, los adeptos de Mahoma y los denominados hipócritas se enfrentaron en altercados a causa del abastecimiento.  Se trataba de una circunstancia que, según la tradición, habría dado lugar a la aleya 63: 8/8:

 

  1. Dicen: «Si volvemos a la ciudad[3], los más poderosos expulsarán a los más débiles». Pero el poder pertenece a Al.lah, a Su mensajero y a los creyentes, pero los hipócritas no saben.

  

      También según la tradición, este contexto llevaría a Mahoma a indicar que un terreno de pastos quedara reservado con ese fin ya que tenía pozos de agua en el verano.

      En el curso de esta expedición se produjo un episodio especialmente desagradable relacionado con Aisha, la esposa de Mahoma cuyo matrimonio, como ya vimos, había sido consumado cuando tenía nueve años.  Según la tradición, en una de las últimas jornadas del viaje, Aisha perdió un collar y, puesta a buscarlo, cuando llegó la hora de la oración, no había agua para las abluciones.  La tradición ha relacionado esa circunstancia con la sura 4: 46/43:

 

  1. ¡Creyentes! No os acerquéis ebrios al salat.  Esperad a que estéis en condiciones de saber lo que decís. No vayáis impuros -a no ser que estéis de viaje- hasta que os hayáis lavado. Y si estáis enfermos o de viaje, si viene uno de vosotros de hacer sus necesidades, o habéis tenido contacto con mujeres y no encontráis agua, echad mano de tierra limpia y pasáosla por la cara y por las manos. Al.lah es perdonador, indulgente.

 

     Con todo, lo peor de aquel viaje de regreso tendría lugar al surgir sospechas relativas a un posible adulterio que habría cometido la citada esposa de Mahoma.   Aisha viajaba en el interior de un palanquín totalmente a cubierto de las miradas y, cuando se veía obligada a abandonarlo, se tapaba el rostro.  Al parecer, en un momento dado, salió para llevar a cabo una necesidad natural sin que nadie se percatara de ello.  Cuando regresó al campamento, Aisha descubrió que todos se habían marchado llevándose también el palanquín.  Convencida de que, tarde o temprano, percibirían su ausencia y volverían a buscarla, se tendió en el suelo a esperar y se quedó dormida.  Así estaba cuando la encontró uno de los seguidores de Mahoma llamado Safwan b. Muattal al-Sulami.  El adepto la hizo montar en su camello y, yendo él a pie y detrás de la bestia, la condujo en busca de la caravana.  Sin embargo, no consiguieron dar con ella a tiempo y así ambos entraron en solitario en Yatrib. 

       La idea de que un hombre viajara con una mujer que no era la suya disparó las murmuraciones en la ciudad agrandadas por el hecho de que se trataba de una de las esposas de Mahoma.  La situación resultaba muy delicada ya que aquellas habladurías colocaban a Mahoma en el centro de una vorágine de chacotas que apuntaban a él como marido burlado e incluso sospechoso de no poder satisfacer a una mujer más joven.  Sin duda, se trataba de una situación más que grata para sus adversarios.

       Mahoma, según la tradición, optó inicialmente por distanciarse de Aisha e incluso consultó con algunos de sus compañeros cuál sería el paso más adecuado.  La mayoría decidió no entrar en tan espinoso asunto, pero Alí le aconsejó que se desprendiera de ella y tomara otra mujer dado que había tantas.  Es posible que aquel comentario cavara entre ambos un foso que sería insalvable [4]

     Muestras paralelas de cómo estaba reaccionando la población de Yatrib las encontramos en comportamientos como los de Abd Allah b. Ubayy y Hassan b. Tabit.  Abd Allah b. Ubayy, jefe de los denominados hipócritas, contemplaba la situación con lógica delectación.  Por el contrario, Hassan b. Tabit, el poeta oficial del profeta del Islam, recitó unos versos en los que eximía a Aisha de cualquier duda que pudiera haber su honra que, dicho sea de paso, era, sobre todo, la de Mahoma.

     La situación se alargó así un mes con una comunidad dividida entre los que consideraban que se imponía el repudio de Aisha y los que se percataban de que su profeta no quedaría en muy buena situación si su mujer le había sido infiel.  Según la tradición, Mahoma llegó incluso a aparecer en público y calificó de calumnias la versión contraria a Aisha.  No resultó lo suficientemente convincente porque en la mezquita estalló una contienda entre los partidarios de las dos posiciones.  Al fin y a la postre, el incidente quedó zanjado, como en tantas ocasiones antes y después, mediante la afirmación de Mahoma de que había recibido una revelación.  En este caso, el mensaje anunciado fue que Aisha era completamente inocente.  Así quedaría, según la tradición, recogido en el mismo Corán, 24: 11/11-26/26:

 

  1. Los calumniadores son un grupo de entre vosotros. No creáis que será un mal para vosotros.  Será, por el contrario, un bien.  Cada uno de ellos que peque recibirá conforme a su pecado; pero el que se cargue con más culpa tendrá un castigo inmenso.
  2. Cuando los creyentes y las creyentes lo oyeron, ¿por qué no pensaron bien para sus adentros y dijeron: «¡Es una calumnia manifiesta!»?
  3. ¿Por qué no han presentado cuatro testigos? Dado que no han presentado testigos, ante Al.lah mienten.
  4. Si no llega a ser por el favor de Al.lah y Su misericordia para con vosotros en la vida de acá y en la otra, habríais sufrido un castigo inmenso por vuestras murmuraciones.
  5. Cuando las habéis recibido en vuestras lenguas, y vuestras bocas han dicho algo acerca de lo que no teníais ningún conocimiento, creyendo que era cosa de poca importancia, cuando para Al.lah era grave.
  6. Cuando lo escuchasteis ¿por qué no dijisteis: «¡No tenemos que hablar de eso! ¡Gloria a Ti! ¡Es una calumnia enorme!»?
  7. Al.lah os exhorta, si sois creyentes, a que nunca reincidáis.
  8. Al.lah os aclara los signos. Al.lah es conocedor y sabio.
  9. Quienes entre los creyentes deseen que se extienda la indecencia, tendrán un castigo doloroso en esta vida y en la otra. Al.lah sabe y vosotros no sabéis.
  10. Si no llega a ser por el favor de Al.lah y Su misericordia y porque Al.lah es clemente, misericordioso...
  11. ¡Creyentes! ¡No sigáis las pisadas del Shaytán! A quien sigue las pisadas del Shaytán, éste le ordena lo indecente y lo reprobable. Si no fuera por el favor de Al.lah y Su misericordia para con vosotros, ninguno de vosotros sería puro jamás. Pero Al.lah purifica a quien Él quiere. Al.lah oye y sabe.
  12. Quienes de vosotros gocen del favor y de una vida acomodada, que no juren que no darán más a los parientes, a los pobres y a los que han emigrado por Al.lah. Que perdonen y se muestren indulgentes. ¿Es que no queréis que Al.lah os perdone? Al.lah es indulgente, misericordioso.
  13. Malditos sean en esta vida y en la otra quienes difamen a las mujeres creyentes que son honestas y cándidas.  Tendrán un castigo enorme
  14. El día que sus lenguas, manos y pies atestigüen contra ellos de lo que hicieron,
  15. Ese día, Al.lah les retribuirá en su justa medida y sabrán que Al.lah es la Verdad evidente.
  16. Las mujeres malas para los hombres malos, los hombres malos para las mujeres malas. Las mujeres buenas para los hombres buenos, los hombres buenos para las mujeres buenas. Estos son inocentes de lo que se les acusa. Obtendrán perdón y una generosa provisión.

    

     El texto, de haber sido efectivamente pronunciado en esa época, venía a zanjar la cuestión, pero también dejaba de manifiesto hasta qué punto había quedado dividida la comunidad por el presunto adulterio de Aisha.  La tradición islámica encontraría referencias a este asunto en distintas aleyas.  Así, la aleya 22 sería una referencia a Abu Bakr que habría decidido dejar de ayudar a un pariente pobre llamado Mustah porque había participado en las hablillas contra Aisha.  De la aleya 23, se desprendería que Mahoma había optado por ver a su esposa como una mujer decente aunque un tanto cándida.  Esa inocencia explicaría su imprudencia y cómo se había creado una situación en la que no había cometido empero falta alguna.

      No fue la única revelación relacionada con el asunto de Aisha que, según la tradición, anunció Mahoma.  Hasta entonces, el adulterio había sido castigado, como ya hemos visto, con la lapidación de los culpables.  Así lo recordó incluso Umar b. al-Jattab.  Sin embargo, ahora esa pena fue sustituida por otra contenida en 24: 2/2 – 8/8:

 

  1. Flagelad a la fornicadora y al fornicador con cien azotes cada uno. Por respeto al juicio de Al.lah, no seáis compasivos, si creéis en Al.lah y en el último Día. Y que un grupo de creyentes sea testigo de su castigo.
  2. El fornicador no podrá casarse más que con una fornicadora o con una asociadora. La fornicadora no podrá casarse más que con un fornicador o con un asociador. Eso les está prohibido a los creyentes.
  3. A quienes acusen a las mujeres honestas sin poder presentar cuatro testigos, flageladlos con ochenta azotes y nunca más aceptéis su testimonio. Ésos son los perversos.
  4. Se exceptúan aquéllos que, después, se arrepientan y rectifiquen. Al.lah es indulgente, compasivo.
  5. Quienes acusen a sus propias esposas sin poder presentar a más testigos que a sí mismos, deberán jurar por Al.lah cuatro veces que dicen la verdad,
  6. e imprecando una quinta la maldición de Al.lah sobre sí si mintieran.
  7. Pero se verá libre del castigo la mujer que atestigüe jurando por Alá cuatro veces que él miente,
  8. e imprecando una quinta la ira de Al.lah sobre ella si él dijera la verdad.

 

      El cambio legislativo tendría considerables consecuencias jurídicas ya que algunas escuelas islámicas de interpretación no han considerado abrogada la norma que establecía la muerte de los adúlteros y ha vinculado esta alteración con la simple fornicación.  En cualquiera de los casos, se percibe en la aleya 4 una amargura que bien puede estar relacionada con las acusaciones vertidas sobre Aisha.  De hecho, la probatura del pecado resultaba tan complicada a partir de ese momento que Aisha, siquiera en términos procesales, sólo podía ser declarada inocente.      

CONTINUARÁ


 Véase:  J. Glubb, Oc, pp. 264-5 ss; M. Lings, Oc, pp. 268 ss; T. Ramadan, Oc, pp. 121 ss (prácticamente omite todos los detalles); J. Vernet, Oc, pp. 116 ss; W. M. Watt, Oc, pp. 142 ss; C. V. Gheorghiu, Oc, pp. 344 ss. 

[3]  Yatrib, ya conocida como la Ciudad o Medina.

[4]  Así lo sostiene, por ejemplo, J. Vernet, p. 116.

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