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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

X.- Infancia, adolescencia y juventud (III): Infancia y orfandad (III): niñez y adolescencia

Viernes, 22 de Noviembre de 2019

Ibn Ishaq ha transmitido la noticia de que el niño fue criado por una nodriza llamada Halima bint abi Duayb, del clan de Sad.  Al parecer, ninguna quería aceptarlo porque, siendo huérfano, no cabía esperar dádiva del padre.  También según la misma fuente, incluso Halima hubiera seguido el mismo curso de no ser porque no dio con ningún otro niño al que atender[1].  Durante dos años, alimentó a la criatura que, al parecer, creció fuerte.  A Halima, supuestamente, debemos también el relato referente a los dos hombres que habrían tumbado a Mahoma en el suelo y le habrían abierto el cuerpo hurgando en su interior.  De manera peculiar, la tradición indica que Halima no fue testigo ocular de los hechos, pero, curiosamente, atribuyó lo sucedido al demonio y decidió devolver a la criatura a su madre.  Como era de esperar, la madre de Mahoma rechazó la eventualidad de que su hijo hubiera sido abordado por seres demoníacos y señaló que confiaba en que el pequeño llegaría a ser famoso.  Con el paso del tiempo, el episodio, fuera cuál fuera su naturaleza, fue interpretado como una visita angelical a Mahoma y así ha sido incorporado a biografías modernas escritas por musulmanes[2].  Sin embargo, el historiador no tiene manera de saber qué sucedió exactamente porque las mismas tradiciones señalan que las tradiciones sobre el hecho variaron yendo de una intervención demoníaca a contemplarlo como otra angélica.  Sí podemos dar por seguro que el niño fue devuelto a su madre y que con él se quedó.  Según la tradición, no sobrevivió, sin embargo, mucho a ese episodio.  Emprendió un viaje con la criatura y con la esclava negra, Umm Ayman, en dirección a Yatrib con la intención de visitar a sus familiares, los Banu Adi b. al Nashshar, así como la tumba de su difunto esposo.  Logró su propósito, pero en el camino de regreso a La Meca cayó enferma y falleció poco después en Al-Abwa.  La esclava prosiguió el viaje y, una vez en La Meca, hizo entrega del niño a su abuelo Abd al-Muttalib.  Tampoco disfrutaría mucho tiempo Mahoma de la cercanía de su abuelo.  En torno al año 577, falleció y el huérfano fue entregado ahora a su tío Abu Talib.   Tenía a la sazón, Mahoma en torno a los nueve años.

Ibn Ishaq ha narrado que, por esa misma época, Abu Talib decidió llevar consigo a Mahoma en un viaje que realizó a Siria.  En el curso de ese viaje, se habría producido un encuentro con un monje sirio llamado Bahira[3]que, maravillado al ver cómo las ramas de un árbol se inclinaban para cubrir a Mahoma, decidió hablar con él.  De manera sorprendente en un monje cristiano, Bahira habría conjurado a Mahoma por al-Lat y al-Uzza, dos divinidades femeninas veneradas en la Meca, para que respondiera a sus preguntas.  Mahoma habría respondido que no había nada que detestara más que esos dos nombres y Bahira, tras descubrir una marca entre los dos omóplatos del niño, lo habría identificado con un profeta futuro de acuerdo a un supuesto libro que poseía.  Al despedirse de Abu Talib, el monje habría sugerido al tío de Mahoma que protegiera a la criatura de los judíos que, de saber quién era, lo perseguirían. 

La historia de Bahira plantea varios problemas de los cuales el menor no es su carácter tardío sino las referencias poco verosímiles a un libro cristiano donde se describían las señales físicas de un profeta venidero o la advertencia a la animadversión de los judíos contra él.  Por añadidura, todo parece indicar que Mahoma no comenzó sus viajes hasta un período posterior de su vida, posiblemente cuando ya se había casado con Jadiya en torno al 605 d. de C. [4].  En realidad, lo más seguro es que el relato sea legendario y que además, paradójicamente, arrancara de un juego de palabras creado por los cristianos para burlarse de los primeros seguidores del Islam y explicar el origen de la predicación de Mahoma[5].  Bahira no es, en realidad, sino la arabización de Behir ra que significa en hebreo “elegido del mal”.  Ese personaje, seguramente ficticio, era al que algunos cristianos, muy posiblemente con bastante mala intención, atribuían lo que consideraban herejías de Mahoma.  De hecho, así es como aparece en un escrito sirio de antes del año 828 denominado el Apocalipsis de Bahira.  Los musulmanes, que no captaron la sangrante ironía de la historia, muy posiblemente tomaron al “elegido del mal” transformándolo en un monje que, por el contrario, habría reconocido las virtudes de su profeta desde su infancia.  Como en tantos otros casos, dentro y fuera del Islam, se habría inventado un relato con la finalidad de engrandecer a una figura religiosa. 

Sí parece más posible que Mahoma hubiera tenido otro contacto con un monje cristiano durante su infancia.  Según una tradición, cuando contaba siete años, padeció una enfermedad de los ojos que no pudo ser curada en la Meca.  Fue llevado entonces a un monje cristiano de Ukaq que lo trató curándolo[6]

A decir verdad, los datos más fiables que nos han llegado sobre la infancia de Mahoma lo sitúan como un pastorcillo que se ganaba la vida guardando ganado en los alrededores de la Meca.  Esta circunstancia – confirmada por el propio Mahoma tiempo después[7] - deja de manifiesto que la situación económica del niño y de su familia no era precisamente de desahogo. 

En torno al 585-590 – rondaría Mahoma la quincena – estalló, según las fuentes islámicas, la guerra del Fishar entre la tribu de kinana, emparentada con los coraishíes y la tribu de qays, a cuyo frente estaban los taqif de Taif.  Al parecer, Mahoma participó en el conflicto, pero no entrando en combate – era demasiado joven – sino como auxiliar.  Cabe la posibilidad de que, en el curso de la guerra, Mahoma realizara viajes comerciales acompañando a algunos parientes.  Sea como sea, lo que sí resulta seguro es que en torno al 595 se había afincado en la Meca afiliándose al Hilf al-Fudul, una cofradía que se dedicaba a proporcionar seguridad a los viajeros que acudían a las ferias.  Al poco tiempo, Mahoma entró al servicio de una viuda rica, Jadiya bint Juwalid b. Asad b. Abd al-Uzza b. Qusayy y su vida experimentó un vuelco radical.

CONTINUARÁ


[1]  En el mismo sentido, J. Vernet, Oc, pp. 23 ss.

[2]  Véase, por ejemplo, M. Lings, Oc, p. 33 ss.

[3]  Sobre el tema, véase: B. Carra de Vaux, “La légende de Bahira, ou un moine chrétien, auteur du Coran » en Revue de l´Orient Chrétien, 1897, n. 4 ; S. Gero, « The Legend of the Monk Bahira » en P. Canivet y J-P. Rey-Coquais, La Syrie de Byzance à l´Islam 7-8 siècles, Damasco, 1992.

[4]  En este mismo sentido, J. Vernet, Oc, p. 31.

[5]  En el mismo sentido, E-M. Gallez, Oc, pp. 117 ss.

[6]   Abdelmumin Aya, El secreto de Muhammad.  La experiencia chamánica del Profeta del Islam, Barcelona, 2006, p. 197, n. 331

[7]  En el mismo sentido, J. Vernet, Oc, p. 32.

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