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Viernes, 27 de Diciembre de 2024

Niebla en agosto

Miércoles, 28 de Abril de 2021

La eutanasia es una cuestión que apenas ha merecido la atención de la sociedad durante décadas.  Ocasionalmente, se hablaba del encarnizamiento terapéutico; ocasionalmente, se criticaba la manera en que algunos católicos se aferraban a seguir viviendo a toda costa cuando su destino estaba decidido y, ocasionalmente, se oía a algunos expresar que era mejor morir sin dolor cuando ya estaba todo perdido que sufrir la prolongación de la agonía.  Insisto: se hablaba de ello de vez en cuando y no era una preocupación social relevante.  Incluso a medida que se fueron aprobando protocolos de cuidados paliativos – como en España – para evitar agonías largas y dolorosas no recibieron mucha cobertura política ni mediática porque el tema no era de gran repercusión.  La situación ha cambiado radicalmente en los últimos años y lo ha hecho a la sombra de una agenda globalista que considera una de sus misiones fundamentales reducir la población del planeta y además recortarla en aquellas instancias que menos capacidad tienen para defenderse.  De forma que poco o nada puede sorprender, la eutanasia va casi de la mano de los movimientos para legalizar o ampliar el aborto.

En realidad, nada de esto es nuevo y, como tantas atrocidades contemporáneas, contó con un precedente durante el nazismo.  Los nazis legalizaron tanto el aborto como la eutanasia si bien, para ser ecuánimes, hay que señalar que fueron mucho más moderados en sus planteamientos que la inmensa mayoría de las legislaciones actuales incluidas las de las naciones democráticas.  La presente película narra el salto cualitativo que, en un momento dado, se produjo en la Alemania nazi de la ley de eutanasia en su sentido estricto a su utilización para exterminar de manera masiva a personas que padecían algún tipo de minusvalía psíquica o física.  De manera bien significativa, a esa matanza contribuyeron incluso médicos, enfermeras y hasta monjas convencidas de que evitaban los sufrimientos de los pacientes, monjas que, como la protagonista de la película, en un momento dado se sintieron aterrorizadas al ver que las supuestas líneas rojas se traspasaban sin el menor problema de conciencia.  Racionalizar, al final, el exterminio de miles de seres humanos resultó más fácil de lo esperado, utilizar la neumonía como velo bajo el que ocultar los crímenes fue sencillo y racionalizar los asesinatos como una obra humanitaria se presentó, en general, como más fácil de lo que cabía esperar.  Si en una sociedad que conservaba no pocos frenos morales e incluso entre clérigos se pudo avanzar con el programa de exterminio masivo en que acabó convirtiéndose la legalización de la eutanasia, da pavor pensar a donde podríamos llegar ahora en que una política ha podido anunciar en público que sería de desear que las madres que piensan abortar, esperen un poco y cedan a su hijo para realizar en él experimentos médicos.  Y si aquello que entonces se ocultaba ahora se ha convertido en bandera, ¿qué cabrá esperar en el futuro?  Merece la pena ver esta película y merece la pena verla no sólo por la reconstrucción meticulosa de lo que fue un episodio poco reflejado en la literatura y el cine sino, sobre todo, por la actualidad de los temas morales que plantea.  Espero que los ayude a reflexionar.  God bless ya!!!  ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!

Y aquí está la película   

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