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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Largo Caballero o el destructor de la República

Jueves, 13 de Agosto de 2015

Si Alcalá-Zamora, católico y conservador, se doblegó ante las izquierdas y Manuel Azaña aceptó una alianza con los revolucionarios, sin duda, mayor responsabilidad en el deterioro de la II República tuvo el socialista Francisco Largo Caballero.

Heredero directo de Pablo Iglesias, Largo Caballero había colaborado de buena gana con la dictadura de Primo de Rivera, pero con el advenimiento del nuevo régimen se radicalizó. Así, logró aplastar en el seno del PSOE la opción moderada que encarnaba Julián Besteiro y orillar a la también revolucionaria de Indalecio Prieto. En 1933, llevó a cabo lo que, con horror, definió algún socialista histórico como “bolchevización del PSOE”. El objetivo confeso de Largo Caballero era la toma del poder para desencadenar una revolución socialista que desembocara en la dictadura del proletariado. El pretexto – que no la causa – le vino cuando el gobierno radical entregó algunas de sus carteras a miembros moderados de la CEDA. En octubre de 1934, en alianza con los nacionalistas catalanes, el PSOE se alzó en armas contra el gobierno legítimo aunque su éxito quedó limitado a Asturias donde la resistencia se prolongó unas semanas. Podría haber procedido el gobierno radical a colocar a los dirigentes del PSOE, con Largo Caballero a la cabeza, fuera de la ley. No lo hizo y durante los meses siguientes las izquierdas aprovecharon para crear un clima aún más enrarecido que sólo pretendía derribar al gobierno. Durante la campaña previa a las elecciones de febrero de 1936, Largo Caballero no dejó de amenazar con la guerra si el Frente popular era derrotado electoralmente. Llegado al poder gracias al fraude electoral, fue decisivo en el desencadenamiento de la denominada “primavera trágica”. Al estallar la guerra, Largo Caballero impulsó la revolución, la represión e incluso el proyecto de creación de un GULAG español. Sin embargo, la llegada de los asesores soviéticos lo colocaría en una situación incómoda. Sin avisarle, Stalin envió las Brigadas internacionales y comenzó a tomar palmo a palmo la zona controlada por el Frente popular. En mayo de 1937, hartos de aquel socialista estúpido que no sabía gestionar la guerra, los comunistas provocaron la caída de Largo Caballero en alianza con su correligionario Indalecio Prieto. El que antes había sido todo en el PSOE descubrió que ahora no era nada por la sencilla razón de que no pocos de sus compañeros de partido lo aborrecían y, sobre todo, los soviéticos lo consideraban un estorbo. Había herido de muerte la república al sublevarse en 1934 contra su gobierno. Ahora sólo le quedaría la muerte en el exilio.

 

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