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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Felipe González o el triunfo socialista

Jueves, 17 de Septiembre de 2015
​Procedía de las filas de la democracia cristiana y a la iglesia católica debió la concesión de una beca que le permitió estudiar en el extranjero. No destacó en una oposición a Franco casi monopolizada por ETA y el PCE.

De hecho, en el Proceso 1001 sólo se le ofreció una defensa auxiliar que rechazó porque era poco para él que ya era secretario general del PSOE. Sólo Dios sabe adónde habría llegado de no haber temido Estados Unidos la llegada al poder del PCE y de no haber recomendado Willy Brandt que se le impulsara como una alternativa de izquierdas. Con todo, más que el respaldo americano por vía alemana, a su llegada al poder contribuyó una derecha desangrada en luchas intestinas, que odiaba a Suárez por demasiado liberal y que se negaba a ver la realidad. Su llegada al poder a inicios de los años ochenta aprovechó la estupidez engreída de Calvo-Sotelo y la ambición desalmada de los demócrata-cristianos, pero también una demagogia que prometió crear ochocientos mil puestos de trabajo y celebrar un referéndum para sacar a España de la OTAN. En realidad, el PSOE logró que aumentara prodigiosamente el número de parados y en el referéndum solicitó personalmente el voto a favor de la permanencia. Soñaba con establecer un sistema político como el de Torrijos en el que el dominio de los medios y la limitación de la libertad le permitieran ganar elecciones indefinidamente. Por añadidura, desde el principio, dejó de manifiesto que no tendría conflictos con la monarquía, la iglesia católica, la banca o el ejército. En su haber quedaría la entrada en la Europa comunitaria aunque a un precio elevadísimo. En su debe, una corrupción clientelar escandalosa; unas subidas de impuestos salvajes aunque moderadas comparadas con lo que ha venido después; un deterioro de la enseñanza que ha sido irreversible; un control de los medios que presagió tiempos peores y la conversión de un proyecto de modernización que entusiasmó a millones en pura palabrería costosa e inútil. Tras su segundo mandato, Felipe González carecía de un programa que fuera más allá de mantenerse en el poder. Si todavía logró ganar elecciones se debió a una suma de torpeza de la derecha, de respaldo de los nacionalistas catalanes y vascos – nada barato, por supuesto – y de temor al mañana por parte de sus clientelas. El control ejercido sobre el PSOE lo dejó convertido en una masa estéril intelectualmente aunque ambiciosa económicamente. La socialdemocracia pudo funcionar en España, pero Felipe se encargó de matarla.

Próxima semana: José María Aznar

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