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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

(XCII): De la supresión de la ilustración a la oposición al estado liberal (XVI). La oposición a los patriotas (V): Blanco White y la fracasada revolución liberal (III)

Viernes, 28 de Enero de 2022

Las Cortes, desde luego, adolecían de defectos que a Blanco no se le escapaban.  Así, fue mencionando cómo las Américas, parte de España a la sazón, no estaban suficiente y legítimamente representadas; cómo además se pretendía que los diputados no tuvieran empleo en el Estado y, sobre todo, cómo constituía un gran error que las Cortes no fueran las que decidieran la regulación de los impuestos.  Sin embargo, donde más certero se expresó Blanco fue en los defectos de la Constitución.

En primer lugar, a su juicio, la Constitución carecía de realismo al abordar las relaciones entre las Cortes y la Corona.  De momento, los diputados podían pensar que el legislativo no tendría problemas con el ejecutivo dado el escaso peso de la Regencia, pero “llegue a ponerse en el trono una persona real, y verán las Cortes cuán vano es el triunfo que han ganado en ausencia de contrario”.  La Constitución, a juicio de Blanco, era “tan poco mirada en sus precauciones contra el poder real” que podía acabar teniendo un trágico final.

En segundo lugar, la Constitución negaba un principio tan importante como el de la libertad religiosa para complacer a la iglesia católica.  Esa circunstancia dolía a Blanco hasta el punto de lamentar la intolerancia religiosa “con que está ennegrecida la primera página de una Constitución que quiere defender los derechos de los hombres.  De hecho, las Cortes, “convertidas en concilio no sólo declaran cuál es la religión de la España (a la cual tienen derecho incontestable) sino condenan a todas las otras naciones” no católicas.  En otras palabras, “los españoles han de ser libres, en todo, menos en sus conciencias”, según se desprende de su artículo 12, “una nube que oscurece la aurora de libertad que amanece en España”.  Blanco no pretendía que se creara un sistema laicista como el implantado en Francia durante la Revolución e incluso insistía en que había que ser muy cuidadoso en el trato con la aristocracia y la iglesia católica.  Sin embargo, estaba convencido de que esa prudencia no podía implicar la eliminación de la libertad religiosa ya que, de admitirse ese hecho, un derecho absolutamente esencial como la libertad de conciencia quedaría conculcado y si la libertad de conciencia quedaba en manos de una institución como la iglesia católica que se valía de la Inquisición, ¿qué otras libertades, en la práctica, les iban a quedar a los españoles?

En 1814, Blanco White señalaría que “errores muy graves han cometido los jefes de las Cortes, pero son errores que tuvieron origen en un principio muy noble – en el amor a su patria”.  Sin embargo, a pesar de estas palabras, Blanco White había dejado de manifiesto las razones por las que la Constitución de 1812 estaba condenada al fracaso.  Éstas no serían otras que la falta de mecanismos de control parlamentario sobre el rey y la ausencia de libertad religiosa que, al impedir la libertad de conciencia, acabaría invalidando otros derechos como, por ejemplo, el de libertad de expresión.  Para colmo, la manera en que se había abordado la representación hispanoamericana no era correcta y llevaba a prever conflictos futuros.

Fue una tragedia, pero no puede dudarse que Blanco White acertó en todas sus prevenciones, en todos sus avisos, en todos sus pronósticos.  De entrada, el regreso de Fernando VII se tradujo de manera inmediata en la supresión de la Constitución y en un intento – absurdo, pero determinado – de regresar al Antiguo Régimen. Lo había indicado Blanco.  La llegada de un rey con arrestos – incluso el felón Fernando VII – iba a convertir en nada la obra de las Cortes.  A ello iba a colaborar, bien conscientemente, la iglesia católica.  Como en tantas ocasiones, ella sería la gran vencedora d una guerra en la que se había derramado en abundancia la sangre de los españoles.

CONTINUARÁ    

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