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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Lucas, un evangelio universal (XXXII): El juicio correcto de lo material (II): la actitud cristiana ante la vida (12: 35-48)

Domingo, 24 de Enero de 2021

Después de indicar cuál debe ser la actitud de sus discípulos ante la vida – lo que incluye una enseñanza muy clara sobre lo material y el dinero – Jesús pronuncia dos parábolas.  Si bien se mira, el paralelo con las enseñanzas del Sermón del monte salta a la vista.  En ambos casos, tras señalar que es posible librarse de la ansiedad y que esa circunstancia está relacionada con la confianza en Dios como Padre y en una valoración correcta de lo material, Jesús apunta a que la vida de sus seguidores será diferente.  En Mateo, se hace una clara referencia a buscar, primero, el Reino de Dios y su justicia sabiendo que lo demás vendrá por añadidura (Mateo 6: 32-34).  Aquí se nos coloca ante la tesitura que implica que nuestra vida tiene sentido como seguidores de Jesús si somos siervos.  Aunque a algunos les choque significa exactamente lo mismo porque buscar el Reino de Dios no implica la conquista del poder político como se consagró, para desgracia del cristianismo, a partir del siglo IV, sino servir.   Como señaló el mismo Jesús, ese afán de dominio es propio de los paganos, pero no de él ni de sus seguidores que saben que él es el siervo que vino a servir y a dar su vida en rescate por muchos (Marcos 10: 35-45).   Todavía hay gente que no ha comprendido algo tan elemental y añora la Edad Media – que fue muy siniestra en lo que a libertad y sabiduría se refiere - como el que añora la infancia. 

Naturalmente, ser puede ser siervo de distintas maneras.  La correcta es la de ser un siervo vigilante (Lucas 12: 35-40).  Su posición es dichosa, feliz, bienaventurada porque cuando su señor les pida cuentas los encontrará velando y los recompensará (12: 37).  Pero, aparte de ser bienaventurados, son gente sensata porque actúan justo como se comporta el padre de familia que prevé la llegada de un ladrón (12: 39).  La referencia a la venida del Hijo del hombre en el v. 40 ha llevado a conectar esta parábola con la Parusía.  Ciertamente, es de aplicación verla así, pero NO sólo así.  Dios puede pedirnos cuentas en cualquier momento, debemos recordarlo y tenemos que comportarnos como si así pudiera suceder hoy mismo. 

La pregunta de Pedro sobre a quién se dirige la parábola – era un poco bruto antes de Pentecostés, las cosas como son – dio paso a que Jesús la complementara con otra sobre el tipo de siervo opuesto.  Que el mayordomo que ha gestionado fiel y prudentemente los bienes de su señor recibirá su recompensa ya había sido apuntado y aquí se remacha (12: 42-44), pero ahora Jesús introduce la figura del siervo infiel.  Se trata de aquel personaje que perdió de vista que tendría que rendir cuentas, que se ha dejado llevar por la soberbia y el poder, que ha visto a los demás como simples efectivos y no como seres humanos y que se ha entregado a los placeres materiales sin tino (12: 45).  Su suerte será nefasta porque el señor vendrá y lo encontrará sin preparar y lo castigará (12: 46).  Ciertamente, el castigo no será igual para todos porque en algunos casos ha pesado la ignorancia, pero será ineludible (12: 47-48).  Y aquí entra un factor de no poca relevancia.  Al fin y a la postre, no sólo responderemos por nuestra fidelidad, por nuestra diligencia, por nuestra obediencia sino también por la manera en que éstas se adecuaban a lo poco o mucho que llegamos a saber.  Esta certeza es la que, por ejemplo, nos llevó a enfatizar desde el primer día en el Centro Teshuvah que no se trata de saber sino de vivir de acuerdo a lo que vamos aprendiendo.

CONTINUARÁ

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