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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Lucas, un evangelio universal (XXVX): la misión de los setenta (I): instrucciones para evangelizar (10: 1-12)

Domingo, 11 de Octubre de 2020

Apenas Lucas ha dejado de manifiesto quién es el mesías y lo que se espera de los que desean seguirlo, sitúa el episodio de los setenta.  El dato, propio de Lucas, es muy relevante.  El mesías y sus discípulos aparecen vinculados estrechamente con la proclamación del mensaje y esa tarea no está vinculada únicamente a doce hombres al estilo de las doce tribus de Israel sino de setenta discípulos que recuerdan, por su número, el de las setenta naciones de las que hablaban los judíos del siglo I.  El mensaje de Jesús no quedará limitado a los judíos que durante siglos han esperado al mesías.  Por el contrario, se extenderá un día por todo el orbe.

La descripción que Jesús de esta misión constituye todo un tratado de misionología.  En primer lugar, es una tarea para la que no existe jamás gente suficiente.  La necesidad es tan colosal que exige la oración para que el Señor envíe obreros a su mies de manera ininterrumpida (10: 2). 

En segundo lugar, ese anuncio del Evangelio equivale para los discípulos a enfrentarse con un mundo indescriptiblemente despiadado.  Puede que algunos piensen que esa tarea es sólo una sucesión de alegrías, la base para cimentar un buen patrimonio y la plataforma ideal para ser célebre.  Sin duda, muchos lo piensan, pero el que cree algo semejante anda muy despistado porque se trata de ir como ovejas a un mundo de lobos ansioso de devorar a los que no son como ellos (10: 3).   Apuntar a la situación perdida de la sociedad, decirle que no tiene salida y llamarla a la conversión provoca no pocas veces reacciones tan feroces como la dentellada de un lobo, pero es que ése y no otro es el mensaje de Jesús.  Cuando no se apunta al pecado, cuando no se habla de sus consecuencias, cuando no se llama a salir de esa situación y a entregarse a Dios a través de Jesús NO se predica el Evangelio y quizá sí, otro evangelio.

En tercer lugar, esa predicación del mensaje es una predicación fundamentalmente por fe.  De los que la emprenden se espera que no se dediquen a acumular bienes y no se entretengan en el desempeño de su misión – el significado de no saludar a la gente por el camino – sino que sea gente frugal y diligente, dispuesta a adaptarse a lo que puedan darles sin ir saltando de sitio en sitio hasta encontrar el más cómodo, hechos a comer cualquier cosa con tal de que avance el reino y de que la paz llegue a todos (10: 4-8).  Se trata de gente entregada al Evangelio para los que todo lo demás es secundario.  Me consta que esa conducta no es la que habitualmente se ha visto en la Historia del cristianismo, pero las palabras de Jesús son innegablemente claras.  El que predica su verdadera enseñanza no anda buscando su enriquecimiento personal, su aumento de poder, su crecimiento en influencia sino que la gente sea bendecida con la paz que sólo viene de aceptar la Buena noticia y la sanidad que sólo deriva de Dios (10: 9).  Naturalmente, habrá quien acepte el mensaje y sea bendecido por ello y quien lo rechace y pierda la oportunidad de entrar en el Reino.  A esa gente, habrá que dejarla a su arbitrio, pero recordándoles que el Reino de Dios se les acercó (10: 10-11) y así habrá que hacerlo porque su destino final será peor que el de Sodoma y Gomorra (10: 12).  Sobre las consecuencias de esa acción y sobre el resultado de la misión de las setenta hablaremos en la próxima entrega.

CONTINUARÁ

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