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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Los libros proféticos (VII): Isaías (II): La época (I)

Viernes, 13 de Noviembre de 2015

La época en que Isaías desarrolló su ministerio profético fue especialmente convulsa. Durante el reinado de Uzías, Judá siguió una agresiva política exterior en el curso de la cual sometió a filisteos y árabes y recibió tributo de los ammonitas. Buena parte de ese éxito derivó sin duda de su gasto armamentístico y de sus obras militares (2 Crónicas 26: 15).

Los continuos triunfos precipitaron a Uzías en la soberbia hasta el punto de que acabó leproso como un castigo directo de Dios (2 Crónicas 16: 18-21). Semejante circunstancia, en torno al 750 a. de C., obligó a Uzías a dejar de aparecer en público mientras su hijo Jotam se convertía en regente.

Jotam siguió la línea de gobierno de su padre lo que convirtió a Judá en el estado más poderoso y próspero de entre los pequeños reinos de la zona y lo situó al frente de la coalición anti-asiria cuando en el 743 a. de C., el monarca asirio Tiglat-pileser III invadió Siria. En este período, concretamente antes de la muerte del rey leproso, Isaías comenzó su ministerio profético.

La coalición anti-asiria se cuarteó pronto y Samaria – es decir Israel – en alianza con Siria se lanzó sobre Judá. La acción de un Israel enfermo de autosatisfacción (Isaías 9: 10) parecía inteligente puesto que Judá era una presa fácil, pero, en realidad, constituyó un enorme error que sólo facilitó el ataque de Asiria. Isaías era consciente de que el reino de Israel estaba sentenciado (7: 8) y él mismo no se referiría a él dado su próximo final (28: 1-4).

En el 735 a. de C., el rey Jotam murió y fue sucedido por su hijo Ajaz. A esas alturas, Asiria había extendido su poder por toda la zona por la fuerza de las armas. En Israel, accedió al trono un usurpador llamado Pekah (737-2 a. de C.) que se convirtió en caudillo del movimiento anti-asirio. Aprovechando que Asiria estaba implicada en una campaña en el este, Pekah de Israel, Rezín de Siria y las ciudades filisteas de Ascalón y Gaza se unieron contra Asiria. Ajaz de Judá hubiera querido mantenerse al margen del conflicto, pero no pudo. No sólo eso. Israel y Siria invadieron el territorio de Judá lo que provocó el pánico de Ajaz y de su pueblo (Isaías 7: 2). La opinión de no pocos judíos fue que la única manera de salvarse de aquella situación era solicitar la ayuda de Asiria.

En torno al año 735, Isaías se dirigió al rey de Judá para infundirle calma, pero Ajaz se negó a creerlo (7: 1-12). A fin de cuentas, Isaías utilizaba la palabra y Asiria tenía un ejército. En apariencia, era mejor apoyarse en Asiria; en realidad, significó un desastre. Tiglat-pileser III no necesitaba tampoco mucha invitación de Judá para acabar con Israel. En 734-2 a. de C., los ejércitos asirios llegaron a Siria y Palestina devastando todo a su paso hasta alcanzar la frontera con Egipto. Los asustados israelitas derribaron a su rey Pekah y colocaron en su lugar a Oseas, su asesino (732-24 a. de C.). Un destino semejante sufrió el rey de Siria. El nuevo rey de Israel pagó tributo a Asiria y se reconoció como vasallo lo que permitió a Tiglatpileser III conquistar Gaza y Ascalón y, de paso, liberar a Judá de la presión de sus enemigos. En apariencia todo había salido bien, pero sólo en apariencia. De hecho, el rey judío Ajaz acudió en 732 a. de C., a Damasco a rendir pleitesía al amo asirio. Quedó tan impresionado por su fuerza que copió uno de los altares asirios para que fuera colocado en el templo de Jerusalén (2 Reyes 16: 10 ss) y reformó el templo siguiendo patrones aprendidos de los asirios (2 Reyes 16: 18).

Isaías había insistido mientras tanto en que ni Asiria ni la coalición anti-asiria eran la clave para la salvación y la paz de Judá. Acompañado por su hijo Shear-Yasub – un resto volverá – Isaías apeló al rey para que confiara en Dios. no lo escuchó ni el rey ni su corte. Por el contrario, estaban convencidos de que la alianza con Asiria había sido como firmar un pacto con la muerte (Isaías 28: 15). La realidad es que no iban a tardar en darse cuenta de lo inconsistente de su orgullosa confianza (Isaías 28: 17-18).

 

CONTINUARÁ

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