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Miércoles, 25 de Diciembre de 2024

Estudio Bíblico LXXXIX: Libros históricos (XII): Rut (I): la llegada a Israel (1: 1-18)

Viernes, 3 de Marzo de 2017

En puridad, nuestros estudios del Antiguo Testamento tendrían que haber acabado con Malaquías o, a lo sumo, con un Abdías difícil de fechar. Permítaseme el capricho de concluir con Rut porque, desde mi más que subjetiva opinión, constituye el engarce perfecto con lo que es el Nuevo Testamento.

En apariencia, Rut es una historia de amor romántico. Ciertamente, lo es, pero también muchas cosas más. Situada en el período de los jueces, antes del establecimiento de la monarquía, cuando, según la Biblia, cada uno hacía lo que le parecía bien sin tener en cuenta las enseñanzas de Dios (Jueces 21: 25), la historia comienza señalando como un israelita originario de Belén abandonó el territorio de su nación para ir a buscar mejor fortuna en el territorio de Moab, un reino situado en la actual Jordania.

Marchó con su esposa Noemí y sus hijos y rehízo su vida en Moab hasta el punto de que murió allí (1: 2-3). Los huérfanos eran israelitas, pero no tuvieron, al parecer, problema alguno en tomar como esposas a mujeres de otra religión aunque, como veremos luego, es posible que se convirtieran formalmente a la fe de Israel. También aquellos hijos de Israel, al cabo de una década, fallecieron. La situación de la viuda no era ciertamente envidiable. Sin esposo y sin hijos, las únicas personas cercanas eran dos nueras extranjeras. A pesar de su origen pagano, no eran personas desprovistas de sentimientos sino que acompañaron a Noemí en el camino de regreso a Israel donde la situación económica aparentaba ser mejor (1: 6). Hay gente que acepta que carguen con ella las nuevas generaciones por convicción, por comodidad o por un sentimiento de justicia. No fue el caso de Noemí que indicó a sus nueras que lo mejor era que regresaran a su tierra natal y se buscaran un esposo porque ella no tenía más hijos que darles.

La resolución de Noemí obtuvo una respuesta doble. Orfa la besó y se marchó lo que significaba no sólo que regresaba con su pueblo sino también con sus dioses (1: 15). Es muy posible que Orfa hubiera abrazado la religión de Israel en el pasado y por motivos meramente matrimoniales. Aún hoy en día no son pocas las personas que se convierten al judaísmo para poder casarse, pero sin especial convicción espiritual. Fallecido su esposo, Orfa regresó a sus gentes y también a su antigua religión.

El caso de Rut fue muy diferente. Su marido también había muerto, pero, en primer lugar, no pensaba abandonar a Noemí y, en segundo, estaba decidida a que el Dios de Noemí fuera también su Dios y el pueblo de Noemí también el suyo. Su conversión había sido sincera y no motivada por razones meramente humanas como podía ser la de tener un esposo. Llegado el momento, Rut era consciente de que esa relación con Dios, un dios más que distinto de los que había conocido antes, tenía también una proyección en el terreno de la familia y del pueblo. Su pueblo ahora el de Dios y su familia era Noemí (1: 16-7). La conversión, a fin de cuentas, tiene sus consecuencias en aspectos como la vida de familia - ¿cómo abandonar a alguien mayor? – y también en el sentido de una comunidad nueva a la que se pertenece, el pueblo de Dios. Las palabras de Rut eran tan veraces y resueltas que Noemí no objetó nada (1: 18).

La realidad era que la resolución de Rut de ser fiel a sus principios tendría consecuencias.

 

 

CONTINUARÁ

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