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Viernes, 27 de Diciembre de 2024

Obispo, 0 - Párroco, 2

Martes, 1 de Julio de 2014

Hace apenas unos días, con honda preocupación, me vi en la obligación moral de publicar una carta abierta al obispo de León relacionada con las declaraciones antisemitas y anti-históricas de uno de los párrocos de su diócesis.

​Pensaba yo – confieso que, en ocasiones, peco de exceso de inocencia – que la misiva tendría algún resultado. Efectivamente, lo tuvo, pero el opuesto a lo deseado y deseable. El párroco leonés volvió a saltar a la palestra – incluyo el enlace - para seguir negando el Holocausto e incluso retar a un debate público al que desee defender su realidad histórica; para lamentar que en la liturgia católica se suprimiera la mención a los “pérfidos judíos” y para seguir dando muestras de un antisemitismo típicamente católico que, siquiera formalmente, retrocedió tras el Vaticano II aunque emerge con una virulencia innegable con cualquier causa como, por ejemplo, que el Macabi derrote en la cancha a un equipo español.

Que el obispo de León tolere esta conducta es cuestión - canónica y moral – suya. Sin embargo, el repetitivo episodio merece una reflexión sobre dos aspectos fundamentales:

 

I. El padre Calvo o es un ignorante de la Historia supino o es un malvado antisemita o incurre en ambas conductas:

No se me ocurre una mayor muestra de ignorancia histórica o de maldad antisemita que la negación del Holocausto. No se trata sólo de que esa posición sólo ha sido defendida por gente vinculada a grupos neo-nazis – incluso alguna persona de buena fe que creyó en esa posición inicialmente como Pressac la abandonó al estudiar la documentación existente y llegó a escribir un libro sobre Auchswitz donde se documenta, tan sólo en ese campo, la muerte de en torno a un millón de judíos – sino de que pocos episodios históricos cuentan con un mayor respaldo documental. Permítaseme, con menos ánimo que nunca de ser exhaustivo, citar algunos ejemplos tomados de los propios archivos nazis:

1. Ya Hitler, al que tanta veneración profesa el padre Calvo, había escrito en Mein Kampf: “Si al inicio de la guerra y durante la guerra doce o quince mil de esos hebreos corruptores del pueblo hubieran sido sometidos al gas venenoso, como sucedió con cientos de miles de nuestros mejores trabajadores alemanes en el campo de batalla, el sacrificio de millones en el frente no habría resultado en vano. Por el contrario, doce mil sabandijas eliminadas a su tiempo podrían haber salvado las vidas de un millón de alemanes auténticos, valiosos para el futuro”. Quizá es en párrafos como éste donde el padre Calvo descubre la supuesta genialidad de Hitler y su conocimiento excepcional de los judíos.

2. En su discurso de 30 de enero de 1933, Hitler anunció que en caso de estallar una nueva guerra mundial, “el resultado no será la bolchevización de la tierra y con ella la victoria de los judíos, sino la aniquilación de la raza judía en Europa”.

3. El 21 de septiembre de 1939, el jefe de la policía de seguridad, Heydrich, comunicó a los jefes de los Einsatzgruppen la necesidad de mantener en secreto las tareas de exterminio diferenciando entre las fases previas y su consumación.

4. El 25 de noviembre de 1939, Hans Frank, en una reunión de funcionarios alemanes en el distrito de Radom, señaló el plan de exterminio con claras palabras: “Cuantos más mueran mejor”.

5. El 19 de diciembre de 1940, Hans Frank, en un discurso pronunciado ante la Wehrmacht señalaba que no había podido librarse “de todos los piojos y de todos los judíos sólo en un año”, pero, en medio de risas, insistía en que con el tiempo y la ayuda de los presentes se haría.

6. Alfred Rosenberg, en un informe para el departamento de prensa del Reich en relación con el ghetto de Varsovia, se quejaría de que los judíos no morían suficientemente deprisa en los ghettos ya que sólo fallecían “cada mes 5.000-6.000”.

7. A pesar de la gravedad de la situación – Hitler había articulado una serie de normas antisemitas que eran copia directa de las disposiciones de la iglesia católica respecto a la discriminación de los judíos – la invasión de la URSS permitió adelantar el programa del exterminio. En órdenes del 4 de julio de 1941, Heydrich señalaba a los Einsatzgruppen cómo había que fusilar en masa a determinados colectivos incluidos los judíos.

8. Los Einsatzgruppen cumplieron fielmente con esas órdenes. El informe de operaciones del Einsatzgruppe A, de fecha de 15 de octubre de 1941, ND 180-L se jacta de los fusilamientos masivos realizados. El autor de estas líneas tuvo ocasión de sumar los datos de esos informes uno por uno hace ya veinte años. Hasta finales de 1941, los Einsatzgruppen asesinaron en la URSS a no menos de novecientas mil personas en fusilamientos masivos, fusilamientos que, seguramente, el padre Calvo negará como una mentira de Hollywood.

9. A pesar de las ejecuciones masivas, los nazis no estaban contentos con lo que consideraban un método demasiado lento de asesinato. En carta de 25 de octubre de 1941 dirigida por Alfred Rosenberg a Heinrich Lohse, comisionado del Reich para Ostland, se indicaba como los fusilamientos serían sustituidos por los gaseamientos como forma de asesinar en masa a los judíos.

10. El gas sería utilizado como arma letal no sólo en las conocidas cámaras sino también en las camionetas de gas. En un Informe de 5 de junio de 1942, redactado por Willy Just, operario del Departamento de transportes del RSHA de Pradel, afirmaba que sólo él se había ocupado de que “97.000” fueran asesinados mediante el uso de tres camionetas de gas.

11. Por supuesto, los dirigentes nazis estaban al corriente de lo que sucedía. Heinrich Himmler – que, por cierto, vino a España y mostró especial interés por visitar el santuario de la Virgen de Montserrat – afirmaba en un discurso ante varios mandos de las SS pronunciado en Posen el 4 de octubre de 1943 como el “exterminio de los judíos” estaba en el programa del partido y se llevaría a cabo.

12. Himmler no exageraba. El 5 de mayo de 1943, en una reunión con generales celebrada en Sonthofen, legitimó el asesinato total de los niños judíos como una medida indispensable para garantizar la seguridad de las futuras generaciones.

 

13. El mismo Hitler – cuyas virtudes tanto le gusta ensalzar al padre Calvo - podía sentirse orgulloso de cómo funcionaba la máquina de exterminio. El 23 de marzo de 1943 le fue remitido un informe elaborado por el Dr. Korherr, inspector de estadísticas del Reichsfürer de las SS, en el que se afirmaba: “cuando se produjo en 1933 la toma del poder, el número de judíos en Europa era superior a los 10 millones. Esa cifra ha descendido a la mitad. El descenso de unos cuatros millones se debe a la influencia alemana”. En otras palabras, hasta finales de 1942, los nazis habían logrado la desaparición de cuatro millones de judíos y

14. La apertura de los archivos de la URSS permitió acceder a más materiales sobre el Holocausto. De ellos se deriva que el número de judíos asesinados por los nazis y sus aliados alcanzó unas dimensiones más cercanas a los siete que a los seis millones.

Todos y cada uno de estos documentos citados pueden examinarse en mi libro El Holocausto, publicado por Alianza editorial. Fue un libro que ya sufrió el ataque de grupos neo-nazis en 1995 y años sucesivos, pero que se ha seguido editando de manera continua. Al padre Calvo le vendría muy bien leerlo aunque también es cierto que puede rechazar semejante tarea apelando a algún argumento como, por ejemplo, que su autor es protestante. Sin embargo, más allá de lo que yo crea o deje de creer sus afirmaciones sobre el Holocausto sólo son propias de alguien que tiene una ignorancia sobre el tema verdaderamente supina, de alguien que sufre un antisemitismo malvado o de alguien que incurre en ambas conductas.

 

II. El padre Calvo es una clara e innegable demostración de la veracidad de mis tesis interpretativas sobre la Historia de España.

Quizá el gran drama del padre Calvo sea que ha quedado situado entre dos períodos bien definidos de la Historia de la iglesia católica. Él ha conocido unos tiempos – que añora – donde el antisemitismo era doctrina oficial y se arremetía desde la cúspide de la Santa Sede contra los judíos. Basta leer las páginas dedicadas al tema en mi Historia secreta de la iglesia católica en España para encontrar documentación más que sobrada al respecto. En el interior de esa confesión religiosa, mamó el padre Calvo hasta hartarse un antisemitismo que ahora, en su caso, llega al extremo de aceptar la retorcida versión nazi de la Historia.

 

Su caso no es excepcional. Por el contrario, es el de millones de católicos en todo el mundo. El Vaticano II implicó un cambio, pero el antisemitismo inyectado durante siglos sigue ahí y por eso no es extraño que, de manera casi automática, a muchos católicos se les dispare sin siquiera percatarse de ello porque, oficialmente, su iglesia ya no sigue en esos pasos.

Situémonos ahora en los siglos anteriores – incluida la mayor parte del siglo XX – y visualicemos una sociedad regida moralmente por los padres Calvo del momento. ¿Pueden avanzar la ciencia, la educación, la discusión académica en una sociedad así? ¿Es posible que el prejuicio religioso y racial no operen en esa sociedad? ¿Existe posibilidad alguna de que una visión racional del trabajo, de las finanzas, de la economía se pueda dar cita en esa sociedad? Todos sabemos que la respuesta es un no más que rotundo. El único resultado posible es una teocracia intolerante donde cualquier posibilidad de avance y progreso es mutilada y aniquilada por los padres Calvo de turno apelando para ello al dogma, a la tesis de la única iglesia verdadera fuera de la cual no hay salvación, al antisemitismo, al ataque de las posiciones políticas, religiosas y filosóficas que defienden la libertad y al uso de una violencia que, históricamente, ha sido religiosa como la Inquisición o política al servicio de esa misma confesión religiosa.

De Lisboa a Venecia pasando por Barcelona, San Sebastián, Buenos Aires, México o Caracas, esas naciones se han visto privadas de los inmensos beneficios derivados de seguir los principios bíblicos recuperados por la Reforma gracias a la acción de los padres Calvo de todos los siglos. Los que se empeñan en justificar o minimizar la Inquisición y la expulsión de los judíos, la quema de protestantes y el expolio de culturas enteras para lucro de las órdenes religiosas – la causa fundamental de la sublevación anti-española en Filipinas – seguirán sin querer verlo. Incluso achacarán la realidad histórica al hecho de que no soy católico. Pueden hacerlo, pero la realidad es innegable por mucho que quieran que los demás cierren los ojos ante ella. Muchas de las desgracias de España vienen, como en otras naciones, directamente de la entidad que educó al padre Calvo en un conjunto de ideas que ahora, con el paso de los años, se niega a abandonar optando por echar la culpa de casi todo a los judíos y recibiendo el aplauso de no pocos católicos como puede verse en los comentarios del medio que lo acoge y de otros.

 

La realidad histórica es la que es y no cabe negarla. Como también resulta innegable que el padre Calvo ya ha marcado dos goles del equipo del antisemitismo y su obispo permanece todavía en el silencio. Mientras tanto, algunos de nosotros seguiremos la Biblia y oraremos no por la persecución de los judíos sino por la paz de Jerusalén (Salmos 122: 6). Como dice la segunda parte de ese versículo, comportarse así trae una bendición, justo la misma que España y otras naciones católicas se han negado a si mismas durante siglos al seguir las enseñanzas antisemitas de Roma.

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