Yo de Pujol no me fío desde que hace años una funcionaria de la Generalidad me proporcionó un par de firmas suyas y me permití analizarlas grafológicamente. Pero aunque no supiera grafología los hechos cantan. A Pujol le debemos la expulsión del castellano de la enseñanza, de los medios de comunicación y del funcionariado en Cataluña; la imposición de una mitología absurda que pretende que España no es una nación, pero sí lo es Cataluña; los ataques agresivos contra el valenciano y el balear y mil y una jeremiadas cuya única finalidad es subvertir el orden constitucional en beneficio del nacionalismo convirtiendo al resto de España en una simple colonia. Todo esto pasando por encima del 53% de los catalanes que tiene el castellano como primera lengua, del más del 70% de los catalanes que también se consideran españoles y del más del 95% de los catalanes que no tenían ningún interés en la reforma del estatuto. La última fase de ese proyecto indigno ha sido el actual estatuto en el que encontramos la definición de Cataluña como nación; los denominados símbolos nacionales de Cataluña (art. 8); la imposición del monolingüismo oficial al definirse el catalán es definido como la lengua propia de Cataluña (art. 6-1) imponiéndose el deber de conocerlo (art. 6.2); la separación de la administración de justicia de Cataluña del resto de España ya que el TSJC “culmina la organización judicial” (art. 95.1); la usurpación de competencias del estado por parte de la Generalidad catalana en áreas como la inmigración y los permisos de trabajo (art. 138.2), las universidades (art. 172), la cultura (art. 127), los juegos, apuestas y casinos (art. 141) o las Cajas de ahorros (art. 120); la existencia de una Agencia tributaria catalana que gestiona, recauda, liquida e inspecciona todos los tributos de manera independiente (art. 205) abriendo así el camino al saqueo de España por el nacionalismo; el veto del gobierno catalán a las decisiones de parlamento y del gobierno españoles en áreas como las negociaciones en el seno de la UE (art. 186. 2 y 3); la inmigración (art. 138.3); la economía (art. 181); y la energía incluso cuando se aprovechen esas fuentes de energía fuera de Cataluña (art. 133); la garantía de las infraestructuras para Cataluña durante los próximos siete años (Disposición 6) a costa del resto de España; el control sobre los medios de comunicación mediante un organismo, el CAC, condenado por los organismos internacionales de defensa de la libertad de prensa (art. 82) y un largo etcétera. Eso sí que es una conspiración y lo demás son cuentos. Además, ahora la pamema de la opresión de Cataluña, del centralismo, de las culpas de “Madrit” ya no cuelan y en el resto de España lo que existe es un cansancio inmenso ante tanta deslealtad, tanta codicia y tanta desvergüenza aunque las pilote un charnego agradecido como Montilla. No es que haya una conspiración contra Cataluña, es que cada día estamos más hartos de la conspiración del nacionalismo catalán – que tanto está dañando a Cataluña - contra el resto de España.