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Jueves, 26 de Diciembre de 2024

La bandera cubana

Jueves, 27 de Marzo de 2014

En ocasiones, en España suceden episodios que obligan a llorar por la ausencia de un Valle Inclán que retrate adecuadamente su carácter innegablemente esperpéntico. Uno de esos casos se dio el pasado fin de semana cuando algunos de los manifestantes que destruían mobiliario urbano y atacaban a las fuerzas del orden con innegable ensañamiento se pusieron a enarbolar la bandera de Cuba.

Originalmente, el pabellón cubano no pasó de ser un sueño de independentistas y un diseño de masones. El mismo José Martí fue iniciado en la masonería, en la Logia Armonía 52 de Madrid, una ciudad en la que vivió desde febrero de 1871 a mayo de 1873. Fueron los también masones Narciso López y Teurbe Tolón los que diseñaron la nueva bandera. Para el color rojo, López sugirió el triángulo equilátero como símbolo del poder que asiste al Gran Arquitecto y de “libertad, igualdad y fraternidad”. La estrella de cinco puntas era una referencia a las virtudes del maestro masón (fuerza, belleza, sabiduría, virtud y caridad) e igualmente se representaron los tres números simbólicos: el tres de las franjas azules, el cinco de la totalidad de las franjas y el siete, resultado de sumar a las franjas el triángulo y la estrella. No se trataba sólo de independizarse de España sino también de asumir unos ideales que, supuestamente, encarnaban las logias. Obsérvese la estelada de los independentistas catalanes y se percibirá el parecido porque la Esquerra, históricamente, siempre ha sido un partido masónico. Las gentes de la Esquerra no han copiado la bandera de la isla caribeña como algunos afirman. Simplemente, el punto de arranque es el mismo.

Con el paso del tiempo, el simbolismo de la bandera cubana cambió. La inmensa mayoría de los cubanos ignora su conexión con la masonería y, lógicamente, la ama de manera entrañable. Igualmente, ignorantes de su simbología, durante años, muchos españoles contemplaron la bandera cubana como señal de que habían llegado a una parte del globo donde satisfacer el hambre que traían de su terruño y que la explotación de España por sus castas privilegiadas había convertido en imposible de remediar. Así fue hasta finales de los cincuenta, cuando la revolución castrista acabó con la llegada de inmigrantes de la Madre patria por la sencilla razón de que ni los propios cubanos lograban llenar mínimamente la andorga. Algunos como el ahora papa Francisco han escrito que la culpa de ese hambre la tiene el denominado “bloqueo americano”. La realidad es que el único responsable es el sistema socialista, pero Bergoglio lleva años en lo que lleva y por eso lo eligieron gracias, entre otras razones, a un discurso de recomendación de alguien tan favorable a la dictadura castrista como es el arzobispo de la Habana. Pero no nos desviemos.

Si es comprensible la bandera cubana como pabellón de los que están asentados frente al ministerio de exteriores español siquiera para recordarle a Rajoy que el gobierno del PP ha abandonado a la oposición a Castro, resulta trágicamente ridículo el que se haya utilizado la bandera cubana como estandarte para la manifestación del fin de semana. O quizá, bien mirado, no lo fuera tanto. En una ocasión en que se hablaba de columnas de Asturies, Catalunya y Galiza – hace falta ser cateto… – resulta tan obvio que la ideología aplasta de forma inmisericorde la verdad que todo cobra coherencia. ¿Qué mejor muestra puede haber de esperpento que pedir pan y bienestar ondeando la bandera de la nación donde una dictadura implacable arranca la libertad y mata de miseria a sus habitantes? ¿Qué mejor medición de donde se está en relación con la libertad que saber si se apoya – como Willi Toledo que afirma que desea imponer en España lo que ya se lleva viviendo cincuenta años en Cuba - o se repudia a la dictadura de Castro? ¿Qué mejor seña de la ideología que inspiraba a buena parte de los que hablaban de solidaridad que mover al viento la que ahora es tristemente bandera o de exiliados de una dictadura o de sometidos a ella? Quizá sólo la de unos progres que viven de nuestros impuestos, que acaparan todas las subvenciones que pueden en una España que ya no llega a producir para mantener el aparato del estado y que alaban la siempre asquerosa dictadura castrista.

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