Como ya anuncié cumplidamente, el pasado jueves recogí en México el prestigiosísimo Premio internacional de periodismo que entrega el todavía más prestigioso Club de periodistas. Es interesante la Historia de esta institución porque nació en los años cincuenta del siglo pasado para defender a los periodistas bajo acoso y a inicios de este siglo se distanció de manera total de los gobiernos en persecución de ese objetivo. Que te distinga, pues, una institución de ese calibre con lo que ha sido denominado el Pulitzer hispano no es, desde luego, algo poco significativo.
Los otros premiados eran – debo decirlo - también gente de categoría. Junto con mi más que apreciado Daniel Estulin, estaban los dos periodistas de El País que descubrieron como el PRI mexicano ocultaba dinero de la corrupción en Andorra, Aaron Mate, el periodista que puso de manifiesto cómo la Historia de que Rusia había intervenido en las elecciones de 2016 en favor de Trump era totalmente falsa o Nicolás Sánchez O´Donovan, un periodista español afincado en Estados Unidos que cubre la información de este país y de Hispanoamérica para RT. En otros años, el galardón recayó en personajes como Julian Assange, cuyo nombre estará para siempre unido al gigantesco fenómeno de las Wikileaks.
Bajo la excelente actuación de Celeste Sáenz de Miera, como impecable maestra de ceremonias, se fue desarrollando el evento. La mayoría de los premiados recibieron el premio y no hicieron uso de la palabra, pero algunos consideramos importante expresar nuestro agradecimiento y así lo hice yo en apenas dos minutos. El video no se oye muy bien, pero podrán ver que, en primer lugar, rendí homenaje a los miembros del equipo de La Voz – mil quinientos programas cumplimos la semana pasada, la misma de la entrega del premio – porque a ellos – María Jesús Alfaya, Isaac Jiménez y Lorenzo Ramírez - hay que agradecerles que hayamos llegado hasta aquí y que podamos seguir el día de mañana y, a continuación, me referí a los periodistas que sufren el acoso del poder. Mientras pronunciaba esas palabras, me percaté de que yo estaba incluido en varias de esas categorías y de que, sólo gracias a Dios, me había librado de morir en un atentado hace ahora casi nueve años. Pero eso no era lo relevante. Lo importante es que, como suelo decir al final del editorial cotidiano, “a pesar de que los poderosos muchas veces parecen gigantes es sólo porque se les contempla de rodillas y ya va siendo hora de ponerse en pie”.
Necesitaría mucho espacio para relatar lo que fue el acto de entrega de los premios, pero quisiera resaltar un episodio que no estaba en el guion y que resulta conmovedor. Cuando estaban entregando el galardón a un grupo de jóvenes periodistas, uno de los fotógrafos que cubría el evento, un jovencito becario llamado Ángel, experimentó un ataque y se desmayó. Inmediatamente, una doctora presente le prodigó los primeros auxilios a la espera de que llegara la preceptiva ambulancia, pero entonces, en un gesto de especial nobleza, aquellos jóvenes que acababan de recibir la medalla se la dieron a Ángel como muestra de reconocimiento. Ignoro qué habrá sido del muchacho, pero esa reacción espontánea, noble y limpia es de las que hacen concebir esperanza en las nuevas generaciones. Aquí les dejo algunas fotos y el video. Espero que disfruten de todo. God bless ya!!! ¡¡¡Que Dios los bendiga!!!